Unos meses después
New York
Violet
Dicen que la llegada de los hijos te cambia la vida. Yo digo que te transforma el alma. Más allá de la responsabilidad, de las noches en vela, de los amaneceres con llantos y biberones, lo verdadero empieza mucho antes: desde el vientre. Es ese primer movimiento que parece un cosquilleo y luego se vuelve una patada clara, la primera que nos arrancó lágrimas y carcajadas al mismo tiempo. Desde ahí todo se multiplica: el amor, la ansiedad, el miedo, la ilusión. Y cuando por fin lo tienes en brazos, entiendes que ya no hay retorno: eres adicta a cada gesto, a cada balbuceo, y sonríes como una tonta mientras el corazón late con una fuerza arrolladora que no conocías.
Con Isabella viví algo parecido, sí… pero distinto. Con ella no tuve la sensación de verla crecer dentro de mí, no sentí esa espera tan íntima, tan física, tan desgarradora y hermosa a la vez. Nicholas fue otra historia. Ver a Bobby emocionarse con cada patadita, escuchar su voz hablándole a