Tiara
Estamos en el almacén o cuarto de detergentes, todo sudados. Este espacio es reducido. Además del ejercicio que realizamos juntos, nos dejó sofocados y con una sonrisa. Estoy de espalda, Ken me sube la cremallera y me echa el pelo hacia el lado depositando un casto beso en mi cuello. Estamos pegajosos, pero me besa igual y me siento liviana. Siento que el aire huele a sexo, liberé el estrés del día y simplemente me permití volar. Agarré el celular, pongo la cámara frontal y me limpié el rostro. Se separa de mí, saca un pañuelo marrón y me limpia el sudor. Es tierno mi Ken, me lo como y beso su mandíbula. Él sonríe, beso su sonrisa y su nariz.
—Nena, si sigues te desnudo y beso tu cuerpecito seductor.
Me detengo luciendo una sonrisa de oreja a oreja. Ken sigue limpiando el sudor de mi cuerpo y frota el pañuelo en mi clavícula. Tiene la corbata desordenada y la acomodé. Su camisa está estrujada, paso mi mano, pero es un intento en vano.
—Nos vemos estrujados —le ajusté su chale