¡MERLÍ!

* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * *

Los días habían pasado y ella seguía un poco callada. Casi no me dirigía la palabra; era evidente lo molesta que aún estaba. De hecho, solo me hablaba cada vez que comíamos o que ella me curara y limpiara mi herida. Ese era un trabajo de las enfermeras, pero… ella siempre decidía hacerlo y eso me daba tranquilidad, ya que era otra más de sus muestras de amor.

—Tu herida está casi sana.

—Tengo a la mejor enfermera —susurro al acercarme a sus labios y besarla muy lentamente—. Dios…, me vuelves loco, Merlí. Te amo…

—Maximiliano…

—No me gusta verte callada, Merlí. No me gusta tu silencio…, yo… no quiero perderte otra vez.

—Hace días, me alejaste y eso no te importó —responde seria; y yo exhalo con mucha pesadez.

—Sé que fui un idio ta, pero… sentí miedo de perderlos, Merlí. Sentí miedo de perderte —confieso serio al mirarla a sus ojos—. Te amo, Merlí Fernand.

—¿Cómo están las cosas?

—Bien…, gracias a ti.

—¿Gracias a mí? ¿Por qué dices eso?

—Porque de no ser por ti, yo no estaría aquí. Eres… increíble, Merlí.

—¿Te sorprendí? —pregunta algo divertida; y yo sonrío.

—Sí…, aunque no debería. Sabía que eras una mujer muy fuerte. Creo que debí haber imaginado que mi obstinada e inteligente esposa regresaría y tomaría su lugar.

—No fue fácil. Los aliados no querían.

—Sí, me lo contaron, pero también me dijeron que lo manejaste como toda una experta.

—Me sentí muy nerviosa.

—Eso es normal…

Le sonrío y la vuelvo a besar.

—¿Por qué siento que en cada beso te despides, Merlí?

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé…, tal vez solo lo imagino. No podría soportar perderte.

—Es mejor que descanses y dejes de pensar en esas cosas.

—Te amo. Quiero que lo sepas: te amo.

—Yo también te amo. También quiero que lo sepas: te amo.

—Eres especial, Merlí…

—Tú también eres especial para mí, Maximiliano.

—Tengo muchas ganas de ver a nuestro hijo.

—Y yo… —responde al cerrar sus ojos y yo la abrazo muy fuerte.

—Pronto podremos estar con él.

—¿Sabes cómo está?

—Mis hombres dicen que está muy bien.

—Ya quiero tenerlo en mis brazos.

—Así será, Merlí. Así será…, mi amor

—Maximiliano —musita incrédula al mirarme.

—Eres mi amor, Merlí. Eres mi amor.

—Maximiliano…

—Te amo, Merlí Fernand.

—Yo también te amo…, Bayá.

—Maximiliano…, dime Maximiliano —suplico al tomar su cintura y acercarla a mí.

—Maximiliano…

—Sí, mi amor…, Maximiliano

—Te amo, Maximiliano.

—Estoy loco por ti, Merlí —confieso en un susurro; y lo que hago después solo es acariciar y recorrer su cuerpo completo con toda dedicación y amor.

La amaba…, la amaba mucho.

** * * * * * * * * * * * * * * * *

AL DÍA SIGUIENTE

** * * * * * * * * * * * * * * * *

—¿Qué noticias me tienes, Ramsés?

—Le retiraron todo apoyo a Danaí. Nuestros enemigos cedieron; ahora están en nuestras manos.

—Bien, entonces llegó el momento. Llegó la hora de atacar y terminar con esto de una  maldi ta vez.

—¿Doy la orden de salida?

—Sí. Da la orden. Salgo en cinco minutos. Voy a avisarle a Merlí.

—¿Ella… sigue aquí?

—Sí, ¿dónde más estaría?

—No, yo creí que había ido a ver al pequeño Maximiliano.

—No, no…, ella y yo iremos cuando todo se haya terminado. No queremos arriesgar a neustro hijo.

—Entiendo, entiendo…

—¿Te pasa algo, Ramsés? Te noto un poco extraño.

—No, no, no pasa nada. Solo pienso en la última batalla. Esta guerra se termina por fin.

—Sí, por fin. Bueno, iré a ver a Merlí —preciso una vez más y voy a nuestra habitación.

Ahí, ella dormía desnuda, así que me acerco con cautela y comienzo a besar toda su hermosa espalda.

—Maximiliano…

—Merlí…

—Maximiliano —susurra una vez más y se gira verme—. Buenos días…

—Buenos días…

Nos quedamos mirando a nuestros ojos y ella empieza a acariciar mi rostro de una manera extraña.

—Merlí…, ¿pasa algo?

—No, tranquilo. Solo… estoy un poco cansada…, casi no dormimos —precisa; y se ruboriza.

—Nos faltó noche.

—Sí…, nos faltó noche.

—Estaría toda mi vida haciéndote el amor…, estaría toda mi vida acariciándote, escuchando tu voz y… saboreando tus labios… —confieso al dejar besos en todo el largo de su cuello mientras me pierdo en su perfume.

—Maximiliano…

—¿Sí?

—Te amo… —susurra de una forma extraña que no entendía.

—Y yo te amo a ti, Merlí Fernand —sonrío; y ella me corresponde, pero no como lo esperaba—. ¿Segura que estás bien, Merlí?

—Sí…, todo bien.

—Te prometo que después de esto, todo será distinto, Merlí.

—Sí…, claro —sonríe; y yo beso su frente.

La beso nuevamente en sus labios y, después de unas palabras más, salgo de nuestra habitación. Bajo las escaleras y salgo de mi casa para entrar a mi auto junto a Ramsés. Doy la orden y todos nos dirigimos hacia donde estaba Danaí.

Llegamos y fue muy fácil acabar con cada hombre que se nos aparecía. Logramos acabar con todos y ya solo quedaba una persona: ella.

—Danaí…

—Todo lo que hice lo hice por ti, Maximiliano…

—No…, no Danaí.

—¡SÍ! ¡FUE POR TI! ¡YO TE AMO! ¡ESA MUJER NO! ¡SOLO DATE CUENTA! ¡ELLA SE CREÍA TODO LO QUE YO LE DECÍA! ¡NUNCA HA CONFIADO EN TI! ¡NUNCA TE HA AMADO! ¡LA ÚNICA MUJER QUE TE HA AMADO SOY YO, NADIE MÁS! Te amo, Maximiliano, te amo —dice al arrodillarse y tomar mis piernas.

Yo la alejo bruscamente y mando a que la sujeten a una silla.

—¿Por qué me haces esto, Maximiliano? ¡¿POR QUÉ?! ¡TE AMO! ¡YO TE AMO! ¡PIENSA EN NUESTRO HIJO!

—¿DÓNDE ESTÁ?

—En su habitación —sonríe—. Él está ahí, muy tranquilo —sonríe más—. Lo estaba acurrucando cuando tú llegaste y…

—VAYAN A VER AL NIÑO

—Sí, señor.

—Sabía que nuestro hijo te importaba, mi amor.

—DEJA DE LLAMARME ASÍ, DEJA DE LLAMARME ASÍ

—¡¿POR QUÉ ME GRITAS?!

—PORQUE TÚ, DANAÍ, NO MERECES MENOS —señalo al sujetar su cuello toscamente—. Le hiciste daño a mi familia, LE HICISTE DAÑO A MI ESPOSA Y LE HICISTE DAÑO A MI HIJO

—¡JAMÁS TOQUÉ A ESE BASTARDO!

—¡A MI HIJO LO RESPETAS! —grito furioso al abofetearla—. ¡TAMBIÉN LE HICISTE DAÑO! ¡SECUES TRASTE A MERLÍ! CUANDO LO HICISTE, ELLA YA ESTABA EMBARAZADA, ASÍ QUE TAMBIÉN LE HICISTE DAÑO A ÉL.

—¡ES SOLO UN BE BÉ SIN IMPORTANCIA!

—¡ES MI HIJO! ¡Y MERLÍ ES MI ESPOSA! ¡A ELLA MÁS QUE A NADIE LE HICISTE DAÑO, DANAÍ!

—¡LO HICE PORQUE TE AMABA!

—TE LO ADVERTÍ, DANAÍ. TE ADVERTÍ QUE TE HARÍA PAGAR SI LE PONÍAS UN SOLO DEDO ENCIMA A MI ESPOSA TE DIJE QUE TE HARÍA PAGAR SI LE HACÍAS DAÑO ¡Y ASÍ SERÁ PORQUE MAXIMILIANO FISTERRA CUMPLE SU PALABRA! ¡CON MI FAMILIA! ¡ESCÚCHALO BIEN! ¡¡¡CON MI FAMILIA, NADIE SE METE!!!!

—ME ESTÁS LASTIMANDO. SUÉLTAME —suplica mientras jalo de sus cabellos.

—Te haré pagar. Te haré pagar cada lágrima que derramó por tu culpa. Te haré pagar por cada una de las mentiras que la lastimó. TE HARÉ PAGAR, DANAÍ.

—Por favor, Maximiliano, te lo suplico, ten piedad de mí, mi amor. Todo lo que hice, lo hice por ti, te lo juro. Te amo… y sé que tú a mí también.

—Yo no siento más que repugnancia por ti, Danaí. Pero me das lástima, estás loca, has perdido el juicio; sin embargo, eso no será impedimento para que yo cambie de opinión. A MI ESPOSA, NADIE LA LASTIMA Y QUIEN LO HAGA O LO HAYA HECHO, LO PAGARÁ MUY CARO. TÚ, DANAÍ, ERES LA PRIMERA EN MI LISTA.

—Maximiliano, por favor, yo te amo, no lo ha…

—SEÑOR…

—¿QUÉ PASA? ¿DÓNDE ESTÁ EL NIÑO?

—Maximiliano —habla Ramsés.

—¿Qué sucede? ¿DÓNDE ESTÁ EL NIÑO? —pregunto más serio; y aquel, con su mirada, me dice todo.

—No respira. Está muy frío, el pequeño…

—¿Muer to? —articulo estupefacto; y mi amigo asiente.

—Sí, Maximiliano —confirma; y yo vuelvo a Danaí para abofetearla otra vez.

—¡¿QUÉ HICISTE?! ¡QUÉ MIER DA HICISTE?!

—¡NO DEJABA DE LLORAR! ¡ME TENÍA HARTA! ¡ERA UN ESTÚPIDO NI… —la callo con otra bofetada y presiono su cuello con mucha fuerza.

Ella me golpea débilmente, tratando de zafarse de mi fuerte agarre, pero no lo logra. Sin embargo, yo decido soltarla. Ella tose y trata de recuperar su respiración.

—¡ERES… ERES… EREEES! ¡NI SIQUIERA TENGO PALABRA PARA DESCRIBIRTE! ¡PERO YO ME ENCARGARÉ DE DARTE TU MERECIDO! Y YA NO SOLO ES POR MERLÍ Y MI HIJO, SINO TAMBIÉN POR ESE PEQUEÑO ÁNGEL QUE TUVO LA DESGRACIA DE QUE TÚ FUERAS SU MADRE.

—¡NO ME IMPORTA! ¡NO ME SERVÍA!

—¡YA BASTA! ¡YA CÁLLATE! ¡ESTÁS COMPLETAMENTE LOCA! ¡LOCA! Es más…, ni siquiera voy a mancharme las manos con alguien tan miserable como tú.

—¿Me soltarás? —pregunta sonriente.

—JAMÁS HARÍA ESO. TÚ, DANAÍ, RECIBIRÁS EL PEOR DE LOS CASTIGOS.

—¿QUÉ? ¿QUÉ DICES?

—LO QUE ESCUCHASTE. DESEARÁS NO HABER NACIDO, DANAÍ CABANILLAS. PAGARÁS POR TODO LO QUE HAS HECHO, POR TODO. POR LASTIMAR A MI FAMILIA Y A ESE BEBÉ. ADIÓS, DANAÍ.

—¡BAYÁ! ¡BAYÁ! ¡NO TE VAYAS, BAYÁ! ¡MAXIMILIANO, NO TE VAYAS! ¡NO ME DEJES, MAXIMILIANO! ¡YO TE AMO!

—Buen viaje al infierno, Danaí —deseo; y tomo mi saco para salir de ese lugar.

—¿Señor, qué hacemos?

—Llévenla a la celda y… apliquen el Harksa

—¿El Harksa, señor?

—Sí, el Harksa. Esa mujer no merece menos. Y encárguense del bebé. Quiero que haya un lugar en el que pueda ser recordado. No era mi hijo, pero… lo tuve en mis brazos. Él era inocente en todo esto.

—Entendido, señor.

—Ramsés, es hora de volver a casa.

—Yo tengo algo que hacer, Maximiliano.

—¿Todo bien?

—Sí, pero tengo algo que solucionar.

—Bueno, entonces… ¿nos vemos mañana?

—Seguro.

—Bien…, hasta mañana, hermano —lo abrazo muy fuerte.

—¿A dónde vas ahora?

—A mi casa…, por mi esposa para ir a ver a nuestro hijo —digo con una extraña paz; y mi amigo me mira algo triste—. ¿Seguro que estás bien, Ramsés?

—Sí, Maximiliano. Bueno, ya debo irme.

—Bien, nos vemos —contesto tranquilo y, sin más, subo a mi auto y regreso a mi casa.

Al llegar, subo las escaleras rápidamente para ir a mi habitación.

—Merlí…, mi amor, Merlí —subo más rápido—. ¡Merlí! Ya se acabó todo, mi amor —informo contento al ir a nuestra habitación y abrirla—. Merlí…, mi amor, ¿dónde estás?

La busco en el baño, en el clóset, en el balcón, pero nada.

—¿Merlí? Merlí, mi a… —me quedo en silencio al ver una carta en nuestra cama.

La tomo y la leo rápidamente.

“Mi querido Maximiliano, seguro te sorprenderás al leer esta carta y al ver los papeles de divorcio firmados por mí en nuestra cama. No sabes lo doloroso y difícil que fue para mí tomar esta decisión; sin embargo, tenía que hacerlo.

Lo siento mucho, pero no puedo estar a tu lado sin que comprendas que éramos una familia, Maximiliano…, y una familia se apoya siempre y… se confía siempre.

Siento que tú no confiaste en mí y créeme que traté de olvidarlo, pero no he podido. Tal vez creas que estoy siendo una niña inmadura con esta decisión, pero… ya está hecho.

Te amo, Maximiliano. Eres el gran amor de mi vida, pero… me dolió…, me dolió que tu solución solo fueran los papeles que están sobre nuestra cama, firmados por ti y.. ahora también por mí. No quiero eso en mi vida. No quiero, tengo miedo. Tengo miedo de que algo similar pueda pasar en el futuro y que, otra vez, tu única solución sea alejarnos de ti. No lo soportaría, Maximiliano. No soportaría perder tu amor y… nuestro hijo tampoco lo haría.

Adiós, Maxi. Te amo con mi vida.”

Cuando termino de leer su carta, mi corazón siente la más grande de las tristezas.

—No…, no, esto no es cierto. ¡MERLÍ! ¡MERLÍ! ¡¿MERLÍ, DÓNDE ESTÁS?! —regreso a su armario y busco sus cosas, pero no están, no hay nada—. ¡MERLÍ! ¡MERLÍIIII!

Bajo las escaleras apresurado y voy hacia mis hombres.

—¡MI ESPOSA! ¡¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSA?!

—Ella dijo que iría a ver a su abuela, señor. Salió después de que usted se fuera.

—No, no, no, no es cierto.

—¿Pasa algo, señor?

—¡VAYAN! ¡VAYAN A LA CASA DE SU ABUELA! ¡BÚSQUENLA! ¡BÚSQUENLA! —ordeno desesperado; y todos se mueven a hacer lo que dicté.

—No te voy a perder, no te voy a perder, Merlí —susurro al volver a ver su carta—. Yo te amo…, sí somos una familia. Tú eres mi familia. Yo sí confío en ti. Te lo voy a demostrar, mi amor.

Evelyn Zap

¡Ya solo quedan unos cuántos capítulos! ¿Por qué creen que Merlí se fue?

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