* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * *
Los días habían pasado y ella seguía un poco callada. Casi no me dirigía la palabra; era evidente lo molesta que aún estaba. De hecho, solo me hablaba cada vez que comíamos o que ella me curara y limpiara mi herida. Ese era un trabajo de las enfermeras, pero… ella siempre decidía hacerlo y eso me daba tranquilidad, ya que era otra más de sus muestras de amor.
—Tu herida está casi sana.
—Tengo a la mejor enfermera —susurro al acercarme a sus labios y besarla muy lentamente—. Dios…, me vuelves loco, Merlí. Te amo…
—Maximiliano…
—No me gusta verte callada, Merlí. No me gusta tu silencio…, yo… no quiero perderte otra vez.
—Hace días, me alejaste y eso no te importó —responde seria; y yo exhalo con mucha pesadez.
—Sé que fui un idio ta, pero… sentí miedo de perderlos, Merlí. Sentí miedo de perderte —confieso serio al mirarla a sus ojos—. Te amo, Merlí Fernand.
—¿Cómo están las cosas?
—Bien…, gracias a ti.
—¿Gracias a mí? ¿Por qué dices eso?