Adiós

* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *

—Llegó la hora de ir a la cama, mi amor —susurro muy, pero muy bajito para no despertarlo.

Sonrío como una boba al mirarlo. Ver a mi bebé era lo mejor de mi día. Él tenía algo muy mágico, el solo verlo me hacía sentir muy tranquila y feliz; además de ello, cada día que pasaba se parecía más a su padre y eso…, eso me gustaba.

—Maximiliano —susurro al pensar en aquel hombre que nunca imaginé amar con… locura—. Eras solo el hombre rudo y extraño que me salvó de esa subasta…, me dabas miedo, tengo que reconocerlo —sonrío al recordar sus miradas frías y tono de voz rígido y orgulloso, casi altanero—. ¿Quién diría que tonto corazón te pertenecería?... Y eso que… traté de oponerme, pero no pude…, no pude resistirme. Terminé cayendo en tus extraños encantos —señalo muy suave al colocar a mi bebé en mi cama.

Hoy dormiría con él. Quería verlo toda la noche…, quería recordar a su padre…, quería recordar al hombre que amaba.

—Aunque tú eres mucho más guapo, mi amor —señalo divertida; y sin querer, observo la foto de mi mesita de noche.

Era una foto de los tres en uno de los jardines. Estábamos tan felices que… recuerdo que, en aquel momento, quise detener el tiempo para siempre. Quería quedarme contemplando el rostro de mi hijo y de su padre, así como llenarlos de besos por toda una eternidad, deseaba que… nuestra felicidad fuera para siempre…

—A veces siento que no hice lo correcto, Maximiliano —le hablo a mi pequeño bebé—. De hecho…, creo que no fue lo correc…

Me quedo en absoluto silencio cuando escucho golpes en la puerta.

Yo acuesto a mi hijo en su cuna y después, voy hacia la sala para abrirle a quien fuese; sin embargo, me quedo helada cuando escucho aquella voz…

—¡MERLÍ! ¡MERLÍ, ¿ESTÁS AHÍ?!

“No, no puede ser él”, pienso al tiempo en que un fuerte nudo se forma en mi garganta, así como una rara sensación en el estómago me invade.

Me quedo muda, no digo palabra alguna, solo retrocedo torpemente y, sin querer, hago caer un florero, el cual se quiebra y da una clara respuesta de que sí…, yo estaba en casa.

—Merlí…, por favor, abre la puerta, Merlí —parece suplicar; y unas lágrimas caen por mis mejillas al sentir su dolor—. Merlí, mi amor…, abre por favor. Merlí, te lo suplico, abre. Quiero verte, quiero ver a nuestro hijo.

—No, él no puede estar aquí —susurro sin poder creerlo—. No, debo estar imaginándolo —trato de engañarme inútilmente. ¿Por qué?... No lo sabía.

Siguen dando golpes en mi puerta hasta que se detiene.

—Merlí…, por favor, abre la puerta. Sé que estás ahí…, lo sé. Merlí…, no he venido a reclamarte, solo quiero verte, solo quiero ver que tú y nuestro hijo estén bien. Por favor, Merlí, abre o me volveré loco. Llevo meses sin ustedes… joder…, los extraño mucho…, los he extrañado mucho y… no sabes la angustia y el dolor que he sentido y siento hasta ahora. Por favor, Merlí…, abre la puerta —susurra suplicante; y yo me acerco y llevo mi mano a la perilla—. Merlí…, te amo…, por favor abre y conversemos. Yo… te amo, Merlí. Perdóname por la estupidez que hice, yo… no sé en qué estaba pensando. Por favor, Merlí, quiero ver a nuestro hijo —precisa; y mi corazón se estrecha de dolor y tristeza.

Maximiliano se escuchaba muy, pero muy triste y eso me hacía sentir la peor de las personas en el mundo, ya que yo tenía la culpa de ello. Yo lo había abandonado y… lo había alejado de du hijo, de nuestro pequeño Maximiliano.

—Merlí…, no pienso tirar la puerta. Quiero que tú me abras. Por favor, te pido que me dejes entrar

—Maximiliano… —musito muy débil, pero creo que él logra escucharme.

Lo oigo llorar y eso me hace sentir mucho más culpable.

—Por dios, sí eres tú —llora mucho más— Creí que…, creí que mis hombres mentían —señala; y yo lloro mucho más, pero me tapo la boca para que no escuchara hacer ello—. Merlí…, ábreme la puerta por favor —pide más sereno; y yo me debato en si hacerlo o no.

Pasan muchos minutos en silencio y sigo sin saber qué hacer.

—Merlí…, por favor…, abre la puerta, Merlí. Te amo… —precisa; y yo lloro mucho más fuerte—. No, no…, por favor, no llores. No quiero hacerte llorar…, no quiero hacerte llorar más. Merlí…, te amo…

—Perdóname —digo entre sollozos, al tiempo en que me dejo caer al piso, pero aún con mi mano en la perilla de la puerta.

—No, Merlí. No tienes por qué pedir perdón.

—Sí, tengo.

—No…, claro que no.

—No sé qué hacer.

—Merlí…

—Maximiliano —articulo entre lágrimas; y empiezo a llorar más.

—Merlí, no llores por favor —pide serio y reconfortante, pero no puedo evitarlo—. Por favor…, no llore. No quiero que llores más.

—Soy una egoísta.

—Claro que no.

—Sí, sí lo soy.

—Merlí, por favor, deja de llorar… Por favor…, no llores —pide una vez más; y escucho como si se sentara y recostara en la puerta.

—¿Maximiliano?

—Aquí estoy, mi amor…

—Maximiliano —susurro sorprendida por su actitud, ya que, para ser sincera, esperaba que tirara la puerta y me reclamara de estar haciendo algún berrinche y que luego me reclamaría por haberlo alejado de nuestro hijo.

—Aquí estoy, Merlí. Por favor, no llores. Si quieres, no abras la puerta. Estoy tranquilo de haberte encontrado y de saber que… estás bien.

—Maximiliano…

—¿Nuestro hijo está contigo? —pregunta de pronto; y yo trato de controlar mi llanto para responderle.

—Sí…

—¿Él está bien?...

—Sí —musito acongojada.

—Merlí…, no llores por favor.

—Maximiliano, no fue correcto lo que hice, pero… tuve miedo…, tengo miedo aún —confieso; y lo oigo exhalar.

—Merlí…

—No sé qué hacer.

—No me abras la perta hoy…, no pienso presionarte. Solo te pido que me escuches, Merlí. Solo te pido que me des una oportunidad.

—Maximiliano…

—Te amo, Merlí. Tú… eres el amor de mi vida…, tú… tienes mi corazón en tus manos, Merlí Fernand —precisa; y recuerdo su confesión de amor.

Yo cierro los ojos y comienzo a llorar otra vez al recordar aquel momento. De repente, decido abrir la puerta; no obstante, el sonido de autos yéndose me detienen. Voy hacia la ventana y me doy cuenta de que se ha ido.

Al no verlo, me suelto a llorar y pensar en lo que debía hacer.

** * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * *

Le digo adiós, pero ella no responde, solo la escucho seguir llorando; así que para que se tranquilizase, decido marcharme. Me pongo de pie, subo a mi auto y voy hacia el único hotel que había en aquel pueblo poco conocido. Pido una habitación y me quedo ahí.

De pronto, decido tomar mi teléfono y hacer aquella llamada.

—¿Señor?

—Maxwell, quiero saber dónde está Ramsés ahora.

—Señor, el señor Ramsés acaba de entrar a la casa que compró en este pueblo, la que está al lado de donde vive la señora Merlí y su hijo.

—Bien…

—¿Desea algo, señor?

—No…, nada. Adiós —preciso cortante y termino la llamada.

Después, tomo mi saco y salgo del hotel hacia donde estaba mi mejor amigo.

“Sin auto”, pienso al verlo.

Después, comienzo a caminar y llego hasta la casa en la que se encontraban mi esposa y mi hijo. Tenía ganas de volver a tocar su perta y escuchar su voz, así como deseaba que se decidiera abrirme para verla…, para ver su bello rostro y el de nuestro hijo.

—Merlí —susurro al mirar fijamente su puerta; y suelto todo l aire contenido.

Me quedo unos instantes más mirando el lugar hasta que decido seguir mi camino e ir hasta la puerta de la casa que ahora le pertenecía a mi mejor amigo.

Toco y esta es abierta al instante.

—¿Merlí? —es lo primero que dice; y yo frunzo el ceño al tiempo en que estrello uno de mis puños en su cara—. Maximiliano…

—¿POR QUÉ, RAMSÉS?

Trato de no alzar mucho la voz para no ser escuchado por Merlí o nuestro hijo

—Maximiliano, ¿cómo supiste que estaba aquí?

—¡RESPONDE DE UNA VEZ, RAMSÉS? ¡¿POR QUÉ?! —grito furioso al tomar su camisa y mirarlo molesto—. ¿POR QUÉ NO ME DIJISTE NADA? ¿POR QUÉ ME LO OCULTASTE?

—Maximiliano, tranquilízate.

—SABÍAS DÓNDE ESTABA MERLÍ DESDE UN INICIO. ¡LO SABÍAS, RAMSÉS! ¡LO SABÍAS Y ME LO OCULTASTE! ¡ES MÁS! ¡FUISTE TÚ QUIEN SE ENCARGÓ DE QUE YO NO PUDIERA DAR CON ELLA!

—Maximiliano, yo…

—¡NO SE TE OCURRA MENTIRME, RAMSÉS! ¡PORQUE ME TOMÉ LA MOLESTIA DE CERCIORARME DE TODO ANTES DE VENIR AQUÍ! ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?! ¡POR QUÉ?!

—Cálmate, Maximiliano. Merlí vive al lado. Podrías…

—¡LO SÉ! ¡SÉ QUE VIVE AL LADO! ¡¿POR QUÉ CREES QUE ESTOY AQUÍ?! Por favor, Ramsés, habla de una vez y dime por qué lo hiciste. ¿Qué interés tenías en ocultarme que sabías dónde estaba mi esposa? ¿Qué interés en ocultarla de mí? ¿Por qué, Ramsés?

—Es complicado, Maximiliano…

—Tengo mucho tiempo para que me expliques.

—Maximiliano

—¡ME ESTABA VOLVIENDO LOCO, RAMSÉS! ¡SABES QUE LO ÚNICO QUE QUERÍA ERA VER A MI FAMILIA! ¡RAMSÉS, SE SUPONE QUE SOMOS HERMANOS! ¡¿CÓMO UN HERMANO PUEDE HACERLE ESTO A SU OTRO HERMANO?!

—Lo sé…, lo sé, Maximiliano.

—Habla ya, Ramsés. Habla ya o… —lo miro con furia a sus ojos—. JODER…, ni siquiera puedo golpearte una vez más.

—Perdóname, Maximiliano.

—Solo quiero saber la verdad, Ramsés.

—Maximiliano, por favor.

—¡YA, RAMSÉS!

—¡ESTOY ENAMORADO DE MERLÍ, JODER! ¡ME ENAMORÉ DE MERLÍ! —grita al soltarse de mí—. Me enamoré de tu esposa —agrega al mirarme triste—. Perdóname, Maximiliano…

—No…, no me digas que…, no me digas que es ella la mujer por la cual dejaste… a nuestra familia. Ramsés, no digas que tan solo te imaginabas una familia con mi esposa, CON MI ESPOSA, RAMSÉS.

—Me alejé de ella, te lo juro…, traté de no enamorarme de Merlí. Traté de…

No lo dejo seguir hablando. Empiezo a golpearlo y espero que él haga lo mismo, pero no sucede. Ramsés se deja golpear por mí y no se defiende. Trato de que me responda; sin embargo, no lo hace. De pronto, nos recuerdo de niños y me detengo. Lo quedo mirando a sus ojos y puedo ver en ellos arrepentimiento.

Lo voy soltando lentamente, pero sin quitar mi mirada de la suya. Nos quedamos en silencio y él empieza a llorar.

—Perdóname, Maximiliano…

—Ramsés…

—Te juro que no quise sentir esto por tu esposa.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Era tu esposa, Maximiliano. ¿Cómo te iba a decir que… me había enamorado de ella?

—Yo habría entendido, Ramsés.

—NO es cierto, Maximiliano.

—Claro que sí. SOMOS HERMANOS, ¿O NO? —confronto.

—Te traicioné…

—Ramsés…

—Lo siento. Prometo irme de aquí mañana y marcharme lejos.

—Ramsés, no…

—Maximiliano…

—Eres mi hermano, Ramsés —digo al mirarlo a los ojos—. Yo no quiero que mi hermano se aleje de mí.

—Estoy enamorado de tu esposa, Maximiliano. No me gusta; mira hasta dónde he llegado. Te oculté su paradero aun sabiendo que sufrías, me encargué de que no la encontrarás, desvié pistas, COMPRÉ UNA CASA PARA ESTAR CERCA DE ELLA Y… ¡DEJE Y TRAICIONÉ A NUESTRA FAMILIA Y SUS TRADICIONES!

—Ramsés…

—Debo irme lejos de aquí.

—Ramsés…, está bien. Aléjate, ve de viaje por el tiempo que consideres necesario, pero te pido que no te alejes de forma definitiva. Ramsés, tu familia está aquí. Somos hermanos, Ramsés, soy tu hermano. Yo… no quiero a mi hermano lejos, a menos que él lo quiera realmente. Si realmente quieres irte muy lejos de aquí para siempre, yo lo aceptaré porque eres mi hermano y solo quiero lo mejor para ti. Sin embargo, si solo te alejas por esto que ha pasado, no pienso perdonártelo, Ramsés.

—Me enamoré de tu esposa, Maximiliano.

—Y no te culpo, Ramsés —preciso algo divertido; y él sonríe—. Por favor, no te vayas para siempre. Te necesito. Yo también quiero alejarme…

—¿A qué te refieres?

—A que quiero dejar los negocios, Ramsés. Quiero dejarlo por mi familia. Solo hay una persona a la que me gustaría dejarle todo, Ramsés. A ti…, a mi hermano…

—¿Confías en mí, a pesar de lo hice?

—Eres mi familia. Confío en ti.

—Maximiliano…

—Te quiero, Ramsés —expreso sincero y me acerco a él para abrazarlo muy fuerte, como cuando éramos niños y nos defendíamos entre ambos cuando algunos buscaban problemas con nosotros.

—Perdóname…

—Podemos olvidarlo.

—Gracias…, pero igual no puedo estar aquí. Debo alejarme cuanto antes.

—El tiempo que quieras, Ramsés. Pero vuelve por favor. Tu familia te estará esperando.

—Gracias, Maximiliano.

—Gracias a ti por todo lo que has hecho por mí, Ramsés —concluyo; y nos volvemos a abrazar.

Luego, nos fuimos a su bar y nos bebimos algunas copas. Las horas pasaron y amaneció; ya era otro día.

Ramsés abandonó la casa y dijo que se tomaría unas vacaciones en Canadá; pero prometió volver pronto para hacerse cargo de lo que, por generaciones, había pertenecido solamente a mi familia.

Después de despedirme de Ramsés, regresé al hotel, me bañé y regresé a la mansión que había compartido con Merlí y nuestro hijo. Tomé mis cosas y me instalé en la casa que había comprado mi mejor amigo y hermano; y ahora…, ahora solo tenía un objetivo en mente:

—Debo recuperar a mi familia. Voy a recuperarte Merlí, voy a recuperarlos, Maximiliano —sentencio al acariciar la fotografía que me había acompañado en todas las semanas y meses de angustia.

Evelyn Zap

Capítulo 2 del día

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