Corazón abierto

* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *

—Ven, mi amor, ya debemos ir con Sophia.

Tomo la maleta de Maximiliano con su ropita, fórmula y reservas de mi leche materna, así como de todo lo que necesitaría para estar bien mientras yo trabajaba.

—No me gustaría dejarte solo, mi amor, pero… es lo que tengo que hacer —preciso triste al tener que, otra vez, dejarlo en una guardería.

“Soy una pésima madre”, pienso de pronto y quiero llorar, pero… me contengo a como puedo.

—Ya debemos irnos, mi ángel.

Tomo mi mochila y voy hacia la pequeña salita, tomo la perilla de la puerta y la abro. Cuando lo hago, me quedo sin palabras al ver al guapo hombre de más de metro ochenta de estatura, mirada profunda y cabello negro frente a mí. Ya… tenía la barba un poco crecida, lo cual lo hacía lucir aterradoramente encantador y…

“sexy”, completa mi lujuriosa consciencia.

Podía notar que… apenas y se había terminado de duchar.

—Buenos días —saluda con un brillo en sus ojos que nunca antes había visto o, tal vez, sí.

“No…, definitivamente, ese brillo es especial”, concluyo en silencio al seguirlo mirando.

—Maximiliano —susurro con la voz queda y él sonríe.

Él… no parecía molesto, sino todo lo contrario, parecía muy, pero muy… feliz y… emocionado. No sé por qué, pero parecía que sus ojos se estaban poniendo vidriosos, aunque él tratarse de oponerse a ello.

—Maximiliano…

—Lo siento…, no puedo…

Cierra sus ojos, lleva su mano hasta el puente de su nariz y parece estar haciendo todo lo posible por no llorar.

—Maximiliano…

—Yo… creí que no los volvería a ver —dice de pronto; y eso hace que mi corazón se estreche.

—Perdóname…

—No, no… yo… —me mira fijamente—. Ya lo dije, Merlí, no tengo nada por lo que deba perdonarte.

—No puedo creer que estés aquí —musito muy débil.

Yo…, tenía que admitirlo, también estaba muy emocionada con su presencia; estaba muy emocionada por… volverlo a ver.

—Yo tampoco puedo creer que los tenga frente a mí otra vez. Yo… —sonríe al dirigir su mirada a nuestro hijo—. Está…, está muy grande, ha crecido muy rápido —señala emocionado y, de repente, una lágrima abandona sus ojos.

Él se la limpia en el acto, pero sin dejar de ver a nuestro hijo.

—¿Quieres cargarlo?

—Por favor —susurra; y yo se lo entrego.

En ese momento, Maximiliano lo apega a su pecho y le da un beso mientras parece disfrutar del aroma y calor de nuestro pequeño bebé. Lo veo derramar más lágrimas y, frente a ello, de forma involuntaria, mis manos viajan hasta sus mejillas para limpiar todo rastro de aquellas muestras de emoción.

Él me mira extrañado, pero… feliz. Cuando me doy cuenta de lo que he hecho, alejo mis manos y desvío mi mirada.

—Maximiliano…, mi Maximiliano —dice a nuestro hijo; y sonríe como todo padre feliz y orgulloso—. Mi hijo —agrega al tomar una de sus pequeñas manitos y besarla—. Es el bebé más hermoso y grande que haya visto…

—Lo sé…, lo sé… —susurro; y una suave sonrisa se forma en mi rostro; sonrisa que es correspondida por él—. Debemos hablar…, ¿no es así?

—Sé que estás trabajando…

—Sí…, eso estoy haciendo.

—Dos trabajos…

—Así es. Maximiliano merece lo mejor y para ello, necesito de dos trabajos.

—Entiendo —responde muy serio, pero también comprensivo.

Aquella actitud suya me comprende muchísimo más, ya que yo imaginaba que se molestaría conmigo, puesto que imaginaba que también sabía que, debido a ello, yo tenía que dejar a nuestro pequeño hijo en una guardería.

—¿Puedo llevarte?

—¿Perdón?

—¿Puedo llevarte a tu trabajo?

—Maximiliano…

—Por favor, Merlí. Prometo no tocar ningún tema en particular…, solo… quiero saber cómo has estado…, cómo ha estado —precisa al seguir admirando a nuestro bebé—. Por favor. Te doy mi palabra de que no…

—Está bien —interrumpo; y él sonríe.

—Déjame ayudarte —dice de pronto, al tomar la maleta de Maximiliano y mi mochila.

Luego, me ayuda a subir a su auto y nos vamos juntos a la guardería.

—Merlí…

—¿Sí?

—Yo… no quisiera que Maximiliano se quedara aquí. Me gustaría poder cuidarlo mientras tú trabajes.

—Maximiliano…

—Antes de que digas algo. No te lo estoy exigiendo, Merlí. No quiero que lo veas de esa manera, pero… deseo cuidar a nuestro hijo más que a nada en el mundo —pide al mirarme fijamente a mis ojos—. Deseo pasar el mayor tiempo posible con él.

—Maximiliano, sabes por qué me alejé…, ¿cierto?

—Sí… y espero que me des la oportunidad de explicarte todo. Merlí.

—Maximiliano…, sé que me diste esos papeles firmados para alejarme de ti, ya que era la única opción que viste para protegernos.

—Merlí…

—Tengo miedo de que vuelvas a hacer lo mismo…

—No haré lo mismo.

—¿Qué me garantiza eso, Maximiliano? —pregunto dolorida por ello aún—. Nos dijimos que nos amábamos, nos dijimos que siempre estaríamos el uno para el otro y, a la primera oportunidad, me alejas de ti, nos alejas de ti sin ponerte a pensar en cómo nos sentiríamos nosotros con eso.

—Merlí…

—Me dolió, Bayá. Me dolió mucho. Aunque sé que fue para protegernos, me lastimó. Me hubiese gustado que confiaras en mí, que me explicaras todo lo que pasaba, que me dijeras tus temores, me hubiese gustado que JUNTOS hubiésemos hecho un plan para protegernos LOS TRES. ¿Tienes alguna idea de cómo me sentí cuando me dijeron que esa loca te había secuestrado? —pregunto alterada—. ¿Tienes alguna idea, Maximiliano?

—Merlí…

—NO, NO TIENES NINGUNA. Porque solo pensaste en ti y lo que TÚ podías sentir. No nos tomaste en cuenta.

—Solo quería protegerlos…

—¿Sabes lo que hubiese pasado si esa loca te hubiese hecho algo? Me habría vuelto loca, Bayá. Me habría vuelto loca y de seguro el dolor hubiese acabado conmigo.

—Merlí.

—JODER, TE AMO. Te amo mucho, pero no puedo…, no puedo arriesgarme a que otra vez me rompas el corazón, no puedo arriesgarme a amarte y que tú, cualquier día, por la razón que seas, simplemente, nos alejes de ti. Yo no podría soportarlo, Y nuestro hijo tampoco.

—Fui un completo imbécil…, lo sé. Pero… no pensé más que en mantenerlos a salvo. No me hubiese perdonado si algo te pasaba a ti o a nuestro hijo

—De eso se trata, Bayá —lo miro fijamente a sus ojos—. Yo tampoco me hubiese perdonado si algo te habría pasado en esa guerra. Pensaste en tu dolor, pero… ¿qué había con el dolor y la angustia de nosotros?

—Merlí…

—Lo siento, no quiero seguir hablando de esto —pido al secarme las lágrimas que se habían hecho presente en no sé qué momento, ni siquiera me había dado cuenta—. Debo trabajar. Gracias por traerme hasta aquí, yo puedo continuar —señalo seria al bajarme de su auto e ir al asiento trasero para tomar a mi hijo de su asiento de bebé.

Salgo con él, cierro la puerta y pretendo irme; sin embargo, el sentir sus una de sus manos rodear una de mis muñecas, me detiene en el acto.

—Por favor, no te vayas, Merlí…

—No quiero decir algo de lo que después me arrepienta.

—Merlí…

—Por favor, Maximiliano…, no te acerques más —suplico con la voz temblorosa de los nervios por su cercanía.

—Te amo, Merlí… —susurra; y yo cierro los ojos—. Perdóname —suplica; y yo empiezo a llorar otra vez.

En ese momento, siento que me gira y de inmediato, sus brazos me envuelven en un cálido, reconfortante y fuerte abrazo. Yo me permito llorar sobre su pecho a total libertad y, mientras tanto, él solo se limita a guardar silencio y acariciar mi espalda para calmarme.

Luego de varios minutos, me he tranquilizado y me voy alejando lentamente de él.

Maximiliano sigue sin decir nada, solo me observa a los ojos y me puedo dar cuenta de que está triste y apenado.

—Perdóname… —es lo único que sale de sus labios; y yo asiento mientras trato de limpiarme las lágrimas, pero con mi pequeño bebé en brazos, no podía.

Ante ello, él vuelve a acercarse y toma a nuestro hijo en brazos y luego, me limpia las mejillas sin dificultad alguna.

—Está bien…

—Creo que… deberías regresar a… tu casa…

—No, debo ir a trabajar.

—Merlí…

—Puedes cuidarlo…

—¿Qué?

—Lo que oíste. Puedes cuidarlo…, puedes cuidar a nuestro hijo.

—Merlí —susurra como agradecido, al tiempo en que lleva una de sus manos a mi nuca y, lentamente, empieza a acercarme, otra vez, a su cuerpo.

Yo no hago nada, solo me quedo quieta, tratando de calmar por completo mis sollozos.

—Merlí…, mi Merlí —dice; y yo me vuelvo a conmover—. Jamás me perdonaré cada una de las lágrimas que has derramado por mi culpa.

—No…, no es tu culpa…

—Sí lo es…, sí lo es —musita al juntar su frente a la mía—. Te amo, Merlí.

—Maximiliano…

—Y voy a reconquistarte. Voy a… demostrarte que sí confío en ti, que te amo y te demostraré que no deberás tener miedo. Te demostraré que somos una familia y que… yo confío mi vida en ti, Merlí. Te amo, Merlí. Te amo como nunca imaginé amar a una mujer, no creía posible que se pudiese sentir todo este amor que siento por ti y… mucho menos puedo creer que crezca cada día más porque… joder… siento que no puedo amarte más porque te amo como no tienes idea, pero… cada que amanece… siento que aquel amor es mayor. ¿Cómo? No tengo ni la menor idea…, solo sé que lo que más quiero en la vida es pasar el resto de mis años contigo…, quiero envejecer a tu lado, Merlí Fernand. Quiero ser el hombre que elijas amar…

—Maximiliano…

—Tienes mi corazón, Merlí. Te aseguro que tienes mi corazón y te aseguro que tú eres la única mujer a la que se lo confiaría. Te amo. Te amo y… espero que algún día puedas perdonarme cada cosa que hice.

—Maximiliano…

Me siento sin palabras, no sabía que decir; así que lo único que hice fue mirarlo a sus ojos y abrazarlo muy, pero muy fuerte.

Luego, nos separamos y juntos, volvemos al auto.

—Quiero ir a mi trabajo.

—¿Segura que no te quieres tomar el día libre?

—Me encantaría, pero… tengo un compromiso con la escuela y la pastelería.

—Entiendo. Te prometo que cuidaré bien de nuestro hijo.

—Lo sé… —respondo más calmada, después de haber llorado mucho y, finalmente, vamos rumbo a la escuela.

Ahí, Maximiliano me lleva hasta el salón en el cual me encargaba de supervisar los juguetes que los niños y niñas sacaban para jugar en sus tiempos libres; ese era mi trabajo: supervisar, cuidar de ellos y cuidarlos en esos momentos.

Maximiliano se sorprendió mucho y me felicitó. Después, se despidió de mí y prometió que se encargaría de nuestro pequeño hijo como si fuese yo. Al final, se paró frente a mí y pegó sus labios a mi frente.

Yo… disfruté de aquel beso, pero… no podía hacerme ilusiones, ya que mis miedos aún estaban presentes.

Evelyn Zap

Capítulo 3 del día

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