Silvina levantó la cabeza y miró a la señora Martínez. Luego le dijo a su asistente Adela:
—No pasa nada, vamos a comer rápido. Después de terminar, aún tenemos que ir de compras.
Alicia suspiró y dijo:
—Silvina, mamá sabe que eres muy atenta. Pero ahora tu cuerpo está cada vez más pesado. Mamá no necesita todas estas cosas, lo único que quiero es verte feliz.
—Pero salir de compras contigo me hace feliz —respondió Silvina sonriendo—. Si no vinieras, yo estaría aburrida. Ahora que estás aquí, puedo acompañarte a caminar y pasear un poco más. En poco tiempo, aunque quisiera, ya no podré acompañarte. Según las normas de la familia Muñoz, a partir del quinto mes de embarazo debo asistir a clases de educación prenatal.
Alicia, al escuchar eso, sonrió satisfecha:
—Con la familia Muñoz respaldándote, estoy tranquila.
Terminaron de comer pronto, y Silvina se dispuso a pagar la cuenta.
Antes de que sacara la billetera, la camarera sonrió y le dijo:
—Su cuenta ya está pagada.
—¿Pagada? —Silvin