74. Bajo Vigilancia
El amanecer llegó sin que hubiera logrado dormir más de dos horas seguidas. Cada vez que cerraba los ojos, escuchaba la voz desesperada de Alejandro confesando su amor, o veía la sonrisa calculadora de Isabela mientras planeaba mi destrucción. Mi teléfono había sonado toda la noche: periodistas, conocidos, incluso números internacionales queriendo conocer más detalles de la historia.
La habitación del hotel se sentía más pequeña que nunca. A pesar de estar en uno de los mejores hoteles de Madrid, no lograba sentirme segura. Cada ruido en el pasillo me sobresaltaba, cada llamada al teléfono me ponía en alerta máxima. Era extraño cómo el lujo del lugar contrastaba con la sensación de vulnerabilidad que había crecido en mi pecho desde la conferencia de prensa.
Camila llegó al hotel a las siete de la mañana con café y una pila de periódicos bajo el brazo.
—No vas a creer esto —dijo, extendiendo La Vanguardia sobre la mesa—. Estás en primera plana.
El titular era imposible de ignorar: "LA