—¿Estás segura de que estarás bien? No quiero dejarte sola —preguntó Hayley, con una preocupación genuina reflejada en sus ojos. Hanna, intentando proyectar calma, negó con la cabeza.
—Tranquila, estaré bien —respondió, aunque en su interior se debatía que sería de ella si no lograba que Alexander la recordara.
Hayley asintió, no del todo convencida por la respuesta, pero decidió levantarse de la silla y marcharse.
—Bien, no tardaré mucho, ¿sí? —dijo antes de salir de la habitación, dejando a su hermana sola con sus pensamientos.
Aprovechando la oportunidad de que Hayley debía regresar a casa a traerle algo de ropa y a tomar un merecido descanso después de haber pasado todo el día a su lado, Hanna sintió una punzada de gratitud por lo atenta que había sido con ella. Aunque a menudo no había sido la mejor hermana mayor, en ese instante agradecía su presencia. Sin embargo, la culpa la invadió al pensar en la mentira que estaba tejiendo. Sabía que si le contaba lo sucedido con Alexander,