—Lo estoy...
—Han pasado tres días desde que hiciste la prueba y los exámenes de sangre, ¿por qué no me lo habías dicho?—preguntó Evan, su tono lleno de dolor y confusión.
—No sabía cómo... Sé lo importante que es para ti la empresa, y un bebé no significaría nada en comparación con el negocio—respondió ella, sintiendo cómo el peso de sus palabras la aplastaba.
—¿Por qué asumes que no es importante para mí nuestro hijo?—preguntó Evan, su voz se tornó intensa.
—Te escuché hablar con tu padre. Iba a darles la noticia, pero dijiste que no estaba dentro de tus planes tener un bebé, que estabas dispuesto a cambiar de opinión solo para salvar el legado—explicó Hayley, sintiéndose vulnerable.
El dolor se reflejaba en su expresión, y Evan no pudo evitar sentirse mal y culpable. Se acercó, olvidando por completo que solo llevaba puesta una toalla y dejando un rastro de gotas de agua por el suelo. Acortó la distancia entre ellos y la abrazó, besando la coronilla de su cabeza con ternura.
—Hayle