.6.
En la mansión de Fernando, el aire era pesado. Sofía permanecía rígida mientras él la llevaba a la habitación principal, donde ahora, como marido y mujer, compartían el mismo espacio. Fernando, todavía intentando romper el hielo, la miró con una mezcla de gentileza y expectación.
—Sofía —dijo con voz suave—, sé que este matrimonio ha sido repentino para ambos, y entiendo que estés incómoda. Pero quiero que sepas que no espero nada que tú no quieras. Solo espero que podamos... comenzar algo juntos.
Se acercó lentamente, intentando acercarse a ella con delicadeza, pero la tensión entre ambos era palpable. Cuando posó suavemente una mano en su hombro, Sofía se apartó bruscamente, el pánico evidente en sus ojos.
—No... no puedo hacerlo —murmuró, su voz temblando.
Fernando retrocedió, sorprendido por su reacción. No entendía qué estaba pasando.
—Sofía, no tienes por qué temerme. No quiero hacerte daño —dijo con sinceridad.
Fue entonces cuando Sofía no pudo más. Las emociones reprimidas, la