—¿Por qué no me sorprende que el Alfa haya llegado? —susurró Zoe apenas audible.

Estaba medio oculta tras los arbustos en la parte alta del sendero, con el corazón latiéndole rápido.

Se había apresurado a volver pero el Alfa ya tenía a Lana atrapada por la cintura mientras que sus labios estaban sobre los de ella. Sus manos...

Zoe bajó la mirada.

Sabía que no debía estar ahí.

Pero si no le daba el vestido que llevaba doblado en las manos Lana se quedaría desnuda. Sin embargo, ¿Cómo iba a acercarse cuando el Alfa estaba allí?

No podía.

Él sospecharía algo.

Dio un paso más cerca pero sabía que si se acercaba demasiado todo se arruinaría. El Alfa captaría su aroma.

Zoe respiró hondo pensando qué hacer a continuación.

Ella bajó el vestido que traía en las manos y lo dejó sobre la piedra más cercana a unos metros de la escena.

Y luego retrocedió, justo cuando iba a girarse, su cuerpo chocó contra algo sólido.

Zoe ahogó un jadeo abriendo los ojos abruptamente. Dos brazos firmes l