25. No vuelvas a tocarme sin mi permiso
Eryx se había dejado caer en la silla frente al fuego en su habitación, jamás había pensado que esa cabaña sería compartida por alguien más, la había diseñado para estar en soledad, calmar sus demonios en silencio, apoyó los codos en las rodillas y la cabeza baja. El calor de las llamas iluminaba sus facciones tensas, la sombra de su rabia y el brillo oscuro de su deseo.
‘’Podría tomarla y acabar con esto. Una vez y listo. Arrancarla de mis entrañas, hacerla mía hasta que ya no signifique nada. Ella me desea también aunque lo niegue, pero cuando la bese, cederá…’’
Se levantó de nuevo, incapaz de quedarse quieto.
Había bromeado con dejarla dormir en el suelo, pero ella lo había tomado literal y se había recluido en el sofá como si intentara desesperadamente marcar distancia que no serviría de nada si se tocaban.
Como guiado por el instinto, Eryx salió de la habitación y se acercó al sofá.
Ella seguía dormida cubierta por la manta, sus pestañas largas proyectando sombras sobre las mej