El silencio que siguió a la condena moral de Ethan fue absoluto, ya no era el silencio de la tensión, sino el de la rendición, Aiden permaneció inmóvil en el suelo, su rostro gris bajo la luz espectral que se filtraba a través de las formaciones de la Ciudad de Piedra, Había cedido su autoridad, no por la fuerza física, sino por el peso ineludible de la verdad que había sido arrancada, el orgullo, que había sido su armadura, se había desmoronado, dejando al descubierto un miedo profundo que ni su linaje Alfa pudo sofocar.
Lía sintió cómo la adrenalina que había sostenido la confrontación se agotaba, dejando una fatiga aplastante, sin embargo, no era el momento de la debilidad, la confesión de Aiden y la defensa de Ethan habían cimentado su papel como líder, pero la Ciudad de Piedra esperaba, y el tiempo era el recurso más escaso. Caleb pendía de un hilo.
Lía dio un paso hacia Aiden, su movimiento ahora completamente pragmático, no había piedad, sino necesidad, se arrodilló, no para co