El eco metálico del impacto entre Seth y Tiber resonó en la vasta plataforma de obsidiana, un sonido demasiado físico para un lugar tan cargado de energía psíquica, el Escudo de Combate se había impuesto, no por mayor fuerza, sino por cálculo puro, Tiber yacía inmovilizado contra el borde del abismo, su respiración superficial y su rostro empapado en el sudor frío del fracaso.
Seth regresó a su posición de vanguardia, había cumplido su deber del Propósito; la venganza personal había sido sacrificada en el altar de la Eficacia, se mantuvo firme, con su aura canalizada y lista para interceptar cualquier movimiento desesperado del traidor, aunque sabía que el mayor valor de Tiber ya había sido extraído.
Lía, con la mano firmemente anclada al brazo de Aiden, asintió a Seth, no fue un gesto de alabanza, sino de reconocimiento militar, el contrato se mantiene, ella había sentido la breve y brutal lucha interna de Seth—la tentación de la venganza personal—y su victoria sobre esa debilidad va