Cap. 98: Ya no quiero que se casen.
Natalia ladeó la cabeza, trágica y comprensiva a la vez.
—Cuando los adultos se casan, a veces los hijos… pasan a segundo plano. No lo hacen a propósito, pero ocurre. La vida cambia. Ya no hay tanto tiempo para jugar, para escuchar, para acompañarte.
Teo sintió un pinchazo en la garganta. Era un niño genial, sí. Pero seguía siendo niño. Y ese comentario removió un miedo que él jamás admitiría en voz alta.
—Mamá nunca me dejaría de lado —respondió con firmeza, aunque su voz tembló un poco.
—Claro que no lo hará intencionalmente —susurró Natalia—. Pero cuando Iker quiera más hijos, tú pasarás a segundo plano, tus padres le darán más importancia a un bebé.
Mateo emitió un pitido inquieto, como si sus sensores hubieran detectado un patrón emocional anómalo.
Los ojos de Teo se agrandaron, vulnerables. El concepto de que lo rechazaran era una de las pocas cosas que podían herirlo.
—Eso no va a pasar —repitió, más bajito.
Natalia acercó una mano a su hombro, pero Mateo se interpuso sutilme