Cap. 65: Si tiene novia, deja de molestar.
En el apartamento de Lisandro, una enfermera se movía en silencio, acomodando una bandeja con medicinas sobre la mesa.
—¿Necesita algo más, señor Elizalde? —preguntó ella, con tono profesional.
—No, gracias. Puede retirarse un momento —respondió él, sin apartar la vista del portátil.
La mujer asintió y salió del cuarto.
Lisandro esperó a escuchar el sonido de la puerta cerrándose antes de abrir el correo.
El archivo se desplegó en la pantalla. Sus ojos recorrieron los números y porcentajes con detenimiento. No hubo sorpresa. Solo una mueca leve, satisfecha.
Tomó el teléfono y marcó un número.
—¿Hicieron lo que pedí… o no fue necesario? —preguntó, con la voz tranquila, casi indiferente.
Del otro lado, una voz ronca respondió:
—Hicimos exactamente lo que pidió. Y esperamos el dinero, ya sabe.
Lisandro se apoyó contra el respaldo, mirando hacia la ventana, donde el reflejo del atardecer teñía todo de cobre.
—Enseguida se los transfiero. Gracias.
Colgó. El silencio volvió a llenar el lugar