Cap. 13: Espero que seas tú el padre de Teo
Amelia lo miró con un destello helado en sus ojos.
—¿Qué te hace pensar que es tuyo? —replicó, cada palabra afilada como una daga—. Ah, cierto según tú, sin ti yo no era nada. Pues te equivocas. Porque esa misma noche, después de nuestro divorcio, encontré a alguien que sí me vio, que sí me hizo sentir viva. Y ese hombre es el padre de Teo.
El rostro de Lisandro se contrajo en incredulidad y furia. La tomó de los brazos con brusquedad, apretándola contra él.
—¡Mientes! —rugió, con los ojos encendidos—. Tú jamás me hubieras reemplazado. Me amabas, Amelia. Yo era todo en tu vida.
Ella lo sostuvo con la barbilla erguida, aunque el dolor en sus brazos la hizo tensarse.
—Lo eras —escupió con frialdad—. Hasta que descubrí lo de los anticonceptivos. Ese día moriste para mí. Y no quiero verte más. Aléjate de mi hijo.
Lisandro bajó el rostro hacia ella, con el impulso rabioso de besarla por la fuerza. Amelia lo empujó con violencia y la respiración agitada.
—¡Suéltame! ¡No me toques!
De pront