Cap. 102: Reconstrucción.
El amanecer era silencioso. Pero no era ese silencio frío de las oficinas de vidrio ni el silencio tenso de las salas de juntas. Era un silencio tibio, casi generoso, que parecía ofrecerle a cada persona el permiso de volver a empezar.
Lisandro abría los ojos cada mañana con una mezcla de extrañeza y claridad. Dormía sin sobresaltos. Sin correos. Sin teléfonos vibrando. Sin la sombra de su madre detrás de cada decisión.
Solo él. Él y el trabajo incómodo de enfrentarse a sí mismo.
La doctora Rebeca lo esperaba en el salón amplio donde realizaban las sesiones individuales. Todo era madera, luz natural y un tenue aroma a té recién hecho.
—Llegas más temprano cada día —observó ella con una media sonrisa.
—Supongo que ya no tengo nada de qué esconderme —respondió él, dejándose caer en el sillón. Ya no estaba rígido como en la primera semana. Ahora se sentaba con un cansancio honesto.
—Eso es un avance —dijo ella, anotando algo en su libreta—. ¿Cómo te sientes hoy?
Lisandro pensó un moment