Capítulo 62-Lina

Sin terminar de esbozar la última palabra ya lo tenía encima de mí, aprisionándome contra el colchón, tomando todo lo que se le antoja de mí sin permiso; es que la verdad no lo necesitaba, no lo necesita. Con su rodilla i***a a que abra las piernas, sin dejar de besar mi cuello; comienza a bajar, dejando huellas de sus besos húmedos por mi clavícula hasta llegar a mis pechos, con ferocidad toma mi pezón erecto y duro con su boca, rastrillándolo con sus dientes; luego, con delicadeza sopla suavemente, provocando que mi piel se erice y el pezón duela por la excitación. Después le da la misma atención a mi otro pezón, dejándome los dos completamente adoloridos, pero de una manera placentera. Con sus manos toma mis rodillas y me obliga a flexionarlas; Comienza a bajar por mi cuerpo marcando un camino con su lengua, hasta llegar a mi zona sur, la cual se encuentra sumamente mojada y excitada. Con sus dedos se abre paso por mis pliegues vaginales y apoya su lengua caliente y húmeda sobre mi clítoris, presionándolo, arrancándome gemidos y haciendo que mi cuerpo tiemble. Sopla con delicadeza mi botón extremadamente hinchado, y después pasa su lengua a lo largo de mi vagina como si fuera una paleta de helado, la introduce en mi interior y comienza a moverla en forma serpenteante, y luego de manera circular. Saca su lengua de mí para reemplazarla por dos de sus dedos; su lengua se ocupa de volver loco a mi clítoris, mientras sus dedos me vuelven loca en mi interior con movimientos rítmicos y circulares. Jadeo su nombre cuando estoy por llegar al orgasmo.

—Lo sé —dice, y tira con sus dientes mi botón hinchado a punto de explotar.

Con esa acción llega al clímax, apretando los dientes para no gritar y convulsionando. Alex no deja de succionar mi clítoris, bebiéndose toda mi esencia sin dejar de sacar sus dedos de mí. Una vez que mi cuerpo se calma, comienza a subir abriendo paso con su lengua otra vez. Cuando llega a mi boca la atraca, dándome a probar mi propio sabor. Comienza a frotar su pene contra mi entrada, provocando que vuelva a mojarme con más intensidad. Sin previo aviso y de una estocada, entra en mí soltando un gruñido, ese ruido que sale del interior de su garganta y que a mí tanto me vuelve loca. Empieza a mover las caderas de manera rozando con su solo mi clítoris, provocando que expulse gemidos y jadeos. Toma mis manos y las coloca por encima de mi cabeza, con una de sus manos las sostiene por las muñecas y con la otra la pone entre nosotros buscando mi zona sensible; entonces, empieza a jugar con ella sin piedad, acoplando sus embestidas con el movimiento de su dedo.

Contraigo mis músculos internos, succionándolos y moviéndome junto a él. Gruñe mi nombre, cerrando los ojos y mordiéndose el labio inferior.

—Suéltame —le pido, pero solo me mira con su media sonrisa—; Quiero tocarte —niega con la cabeza y arrebata mi boca, para que no pueda decirle nada más.

Necesito tocar su pecho, clavar mis uñas en su espalda. Se acerca a mi oído y muere mi lóbulo sin dejar sus embestidas. Mis músculos y mi cuerpo empiezan a contraerse, dejándome saber que voy a venirme.

—Te quiero —susurra sobre mi boca, y es ahí cuando estallo en un impresionante orgasmo.

Suelta mis manos y puedo aferrarme a su cuerpo, mientras el mío tiembla, y con los dientes aprieto su hombro para sopesar el torrente en mi interior. A los segundos, alcanza la gloria con un gruñido animal y aferrando las sábanas en un puño.

Nos quedamos tendidos en la cama, él todavía dentro de mí y yo todavía aferrada a su espadada y hombros, hasta que nuestros cuerpos se calmaron y nuestras respiraciones se controlaron.

Luego de nuestro ritual mañanero nos dirigimos a mi habitación. Cuando entramos, el único que estaba despierto era Lucas, que estaba sirviendo el desayuno que había pedido.

—Buen día, Lucas —saluda Alex.

—Buen día, Alex —le devuelve el saludo y lo mira un segundo de más—. Veo que arreglaron el asunto.

—Hicimos más que eso —digo divertido conforme le paso una taza de café a mí hombre, para ver si podemos cambiarle la cara de buldog a Lucas. Alex empieza a ser un toser. Ahora tiene vergüenza; nada de bromas.

—Me imagino; igual, se nota, tienes toda la cara roja por la barba de tres días de él —apunta como quien no quiere la cosa.

Alex sigue tosiendo, tengo miedo de que se ahogue con el café, así que mejor cambio de tema.

—¿Vas a la morgue?

Después que me habló de lo que dije, y creo que tenía que haber elegido otro tema.

—Sí —contesta suspirando—. Y a buscar las cosas que faltan; si termino todo hoy, y espero que así sea, nos vamos mañana temprano —avisa con rastros de alivio y ganas de volver a casa. Todos queremos volver a casa.

— ¿Necesitas que te acompañe? 

—No es necesario; ¿Quédate con tu hombre, ahora que arreglaron las cosas? Me va a acompañar a Gaby de todas formas —responde, muy metódicamente para mi gusto.

—¿Seguro? Porque puedo ir...

—Seguro; a parte, tengo que pasar por el cuartel y no te quiero entre todos esos mandriles —asevera.

—En eso estoy de acuerdo —habla Alex, quien se había mantenido callado hasta el momento.

—Bien. —Me resigno, y de mala gana para que lo sepan. No voy a llegar a ningún lado si estos dos están de acuerdo.

—Ahora que estas acá —comienza Lucas mirando a Alex—, voy a aclararte una cosa —entona mirándolo fijamente—. Ella y Aye son lo más importante que tengo, al igual que mi familia, claro está, así que solo te voy a decir que no la hagas sufrir, ni le hagas daño; no es una amenaza, antes que pienses o digas eso, me caes bien y ella lo sabe, porque se lo dije, pero si las últimas, te rompo el cuello. ¿Está claro? —Acaso romperle el cuello no es una amenaza? Lo mejor de todo es que Alex ni se inmutó.

—Eso no va a pasar; no lo tomé como una amenaza, y te respeto por cuidar de ella de esta manera, por cuidarla de su ex. Ahora estoy yo para cuidarla también. —Guerra de titanes; No debería causarme gracia, ¿no? Lo bueno de esto, es que no es una competencia de meadas, y sé que se van a llevar muy bien. Eso me hace feliz.

—Me alegre que se lo hayas contado —Ahora es a mí a quien se dirige.

—Era lo justo.

—Lo justo sería que Gaby se levantara de una vez por todas —exclama viendo su reloj.

—Eso se puede arreglar —afirmo con una sonrisa pícara.

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