MÁS TARDE.
El agua seguía resbalando por mis manos cuando escuché el ruido del teléfono vibrando sobre la mesita de noche.
Ignorarlo era una opción, pero sabía que no iba a dejar de sonar hasta que alguien me jodiera la paciencia.
—Ve a contestar —murmuró Aria contra mi cuello, con la voz aún adormilada.
No me moví. Mi brazo seguía rodeando su cintura, manteniéndola pegada a mí en la cama.
—No quiero.
Ella suspiró, entrecerrando los ojos antes de estirar la mano y agarrar el teléfono por mí.
—Es tu madre —dijo, mirándome con una ceja arqueada—. Será mejor que contestes antes de que suba aquí y me arrastre de los pelos por distraerte.
Solté un gruñido bajo, tomando el teléfono de sus manos y deslizándolo por mi oído.
—¿Qué?
—Baja —ordenó la voz de Elia, sin rodeos—. Andrei está de camino.
Silencio. ¿Dónde mierda fue Andrei? El mismo silencio que solía preceder a la tormenta.
Me pasé una mano por el rostro, exhalando pesadamente.
—¿Qué pasó?
—Lo averiguarás cuando llegue.
Joder.
Sentí