NIKOLAI MALISHEV
Recuesto mi cabeza sobre el respaldo de la silla de mi oficina, con mis ojos cerrados pensando otra vez en ella. Solo hace dos horas que la dejé en su casa, moría de ganas de comerle la boca pero me ví obligado a contenerme. Cada que me contradice, me dan ganas de callarla a besos. Su rostro enojado y tímido, provocó que mi corazón diera vuelta, como si sus ojos preciosos acaban de bombardear mi corazón. Viéndose malditamente tierna.
—¿Acaso me estás escuchando? — grito histérica Darya —. Hazme caso.
—¿Qué quieres?
—¿Puedes traer a Azriel aquí? — la mire como si estuviera loca, conociéndome cambia su rostro drásticamente dándome a entender la bomba que está por estallar en segundos.
—Callate — me levanto rápidamente, caminando a la salida.
—Nikolai — me advierte, sin embargo no hago caso —. Vuelve aquí o no te hablaré nunca más en tu vida, tu decides — enarcó ambas cejas sin hacerle caso —. Le contaré a mamá.
—Deja de actuar como una niña — la señaló cabreado—.