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5. Tenemos que secuestrarla

Alexander:

Ha pasado un mes desde que inicié a vigilar a Samantha. Es una chica tranquila de los suburbios, con una vida sencilla: una buena relación con sus padres y mejor amiga.

Y soy muy feliz con ello, me agrada.

No quiero sonar como controlador, pero, en realidad, amo tener el control de las cosas, siempre ha sido así. Cada mujer con la que me he relacionado ha tenido que entenderlo muy rápido: las cosas se hacen cuando yo quiera, como yo quiera y dónde quiera. Las que no, simplemente no han merecido estar conmigo.

Es sencillo: seguir mis reglas.

En estos momentos me encuentro tomando una copa en mi despacho que es donde tengo los diferentes monitores por los que cuido a Samantha. Podría quedarme aquí toda la noche, viéndola, hasta que se quede dormida. Acaba de llegar de la universidad y lo primero que hace es detenerse a leer la carta del día, esto se ha vuelto parte de su rutina.

Hablando de eso... llevo todo este mes enviándoselas, una por día, me interesa dejarle saber que tiene alguien allá afuera cuidándola aunque nunca nos vayamos a conocer, no me interesa, en lo absoluto.

Bebo un sorbo y la observo salir del baño envuelta en una toalla. Hoy elige un vestido rojo que se probó hace unos días. Tal vez planee grabar algo por diversión, he notado que le gustan las fotos y videos, sin embargo, nunca publica nada.

Es una chica extraña, es talentosa, agradable, pero muy tímida e insegura, podría hacer lo que quisiera, sin embargo, escoge estar en su habitación encerrada leyendo, estudiando, grabando, no sale al mundo, no explota sus talentos, simplemente existe cerca de las personas que ama.

Me pongo en alerta apenas la veo agarrar una cartera y salir de su habitación.

¿A dónde cree que va?

Marco al instante al guardia que tengo vigilándola de cerca. Gastón, mi mejor amigo y jefe de seguridad, solo a él podría encargarle algo así.

—Samantha va a salir. Si la dejas escapar, juro que te mato, ¿oíste idiota?

Es lo único que digo mientras me apresuro a uno de mis vehículos con el celular en mano, necesito verificar la cámara de al frente.

Mantenerla chequeada se me ha hecho muy fácil.

Y ahí está. La veo salir, acercarse y abrazar a un HOMBRE que, por lo visto, llevaba rato esperándola.

Imbécil.

Me meto al carro sin dejar de observar cómo se aleja con mi chica. Me hierve la sangre el simple hecho de saber que respira el mismo aire que otro. Me las va a pagar.

Conduzco sin cuidado alguno, con el corazón golpeándome el pecho. Solo quiero llegar y partirle la cara a ese idiota.

Gastón, ya va detrás de ellos y me manda la ubicación en tiempo real. Así puedo seguirles el paso.

Jamás creí que llegaría este día. Samantha saliendo con un hombre. Ella no es así...

NO era así.

Pero cambió, lo que tendrá como consecuencia, que yo cambie mis métodos de cuidado y vigilancia.

Siento mi corazón a millón cuando llegamos a un restaurante y la veo adentrarse con ese tipo.

—¡Hijo de! —exclamo entre dientes—Lo voy a matar.

Salgo del carro directo hacia ellos, pero mi andar se ve interrumpido por Gastón, quien sale corriendo de una de mis camionetas.

—¿Estás loco? —me grita, bloqueándome el paso— no puedes aparecerte así y golpearlo. ¡Ella no te conoce! Se va a asustar.

Trato de controlarme, Gastón tiene razón, pero el simple hecho de ver a mi chica abrazada a otro hombre, me descontrola.

¿Por qué no te quedaste en casa, Samantha?

Ahora vas a asumir las consecuencias.

El tiempo pasa lento. Tenemos alrededor de dos horas esperándolos en la camioneta, cuando creo estar a punto de colapsar de la desesperación finalmente los veo salir, el imbecil cuyo nombre ya conozco, Andrew, se inclina hacia ella...

Y la besa.

LA BESA.

—Ya agotó mi paciencia el niño este —escupo con rabia.

Acelero sin pensarlo, con la única intención de deshacerme de esta maldita molestia de una vez por todas, pero Gastón me detiene, forcejeamos con el volante y terminamos chocando contra otro carro.

Salgo del vehículo sin articular alguna palabra, furioso, decidido. Esto lo va a solucionar Gastón.

—La vamos a secuestrar—tecleo en el chat de Gastón mientras me subo a mi auto.

—¡Estás demente! — grita a lo lejos furioso.

Pero ya no me importa. Sí, estoy demente.

Porque la amo, porque ese idiota no la merece, porque ella es más de lo que cualquiera podría tener.

Porque nada ni nadie es suficiente para ella, solo yo.

Y conmigo va a permanecer por el resto de su vida.

El mundo es peligroso, seré su caballero de armadura.

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