Presente.
*Narra Samantha* ¿Dónde estoy? Es lo primero que inunda mi cabeza en medio de la confusión. —Estás en tu nuevo hogar a partir de hoy—contesta la persona que quitó la venda de mis ojos, como si pudiera leer mi mente. Es un hombre alto, fuerte, sus ojos son verdes, sus facciones duras y masculinas, es de tez clara y su pelo es negro azabache, no parece ser de aquí y su acento es otra prueba de ello. —¿Qué?—pregunto exaltada—¿está loco?—lo observo de arriba abajo—¿qué hago aquí? —Ahora mismo, haciendo berrinche—sonríe—pero siempre me ha dado satisfacción lo difícil—se regocija, y bebe un poco de su copa, vino, supongo. —¡Me quiero ir de aquí, déjeme salir!—grito desesperada—¿POR QUÉ ME SECUESTRÓ? —¿Irte?—sonríe como si disfrutara la situación—No estás entendiendo Samantha... A partir de hoy, eres mía, y si para tener la seguridad de que siempre te tendré a mi lado tengo que matarte y enterrar tu cuerpo en mi jardín, acepto el reto. —¿Qué?—fue lo único que logró articular. —Bienvenida a tu nuevo hogar—sonríe con satisfacción. Observo el lugar desesperada...en busca de respuestas. Estamos en una habitación blanca, todo parece estar limpio y organizado, no parece un secuestro normal. —Señor, no sé qué hago aquí o porqué me secuestró, pero estoy segura de que esto fue un error, yo no he hecho nada malo, soy tranquila...—trato de explicarme, no entiendo nada. —Lo sé Samantha, lo sé—sonríe un poco tratando de darme "confianza"pero esto no hace nada más que llenarme de terror, temo de él, de la situación, de todo...—y es por eso que me gustas—concluye. —¿Qué? —Pero últimamente te estás portando muy mal—me señala con su dedo índice mientras camina de un lado a otro—y es increíble—continúa dando una pequeña pausa mientras desvía la mirada buscando las palabras perfectas para lo que va a decir— a mí no me interesaba en lo mínimo tener algún tipo contacto femenino—sonríe—todo estaba bien hasta que decidiste dejar entrar a otro— me mira acusatoriamente. Sollozo mientras continúa hablando. —No llores—agranda aún más su sonrisa—esto— señala mis manos esposadas—te lo buscaste tú—me mira con ¿odio? —Yo estaba bien con todo esto, tú no sabías nada de mí, yo lo sabía todo de ti, te protegía, cuidaba y observaba a la distancia, pero tuviste que arruinarlo, ¿sabes lo mal que me sentí cuando presencié tu traición? Estoy muy asustada, ni siquiera puedo articular alguna palabra. Este hombre tiene problemas serios. —¡Te estoy preguntando algo Samantha!—levanta un poco la voz desesperado. —Es que no sé de qué habla—contesto llorando desesperada—no sé qué hago aquí, porqué me secuestró, qué hice mal...no sé nada. —Estás aquí porque me traicionaste—contesta obvio—fuiste a esa cita, te viste con ese hombre y lo besaste, ¿sabes lo difícil que fue para mí ver eso? —¿Usted me estaba siguiendo?—pregunto recordando las cartas anónimas y todas las veces que me sentí observada y nadie me creyó...—pero, ¿por qué?—pregunto al recibir su asentimiento. —¿Por qué?—ríe desesperado mientras deja la copa en la mesita de noche—¿POR QUÉ?—pregunta obviamente enojado e incrédulo—ERES UNA MALDITA MALAGRADECIDA, te estuve protegiendo el último mes y medio, y te atreves a preguntar el porqué. Está enfermo. Comienzo a llorar desesperada, no quiero estar aquí, quiero que me deje ir, mejor aún...espero despertar de esta terrible pesadilla. —¿Qué puedo hacer para que me deje ir?—pregunto desesperada. —Ya nada, eres mía, no me arriesgaré a que salgas a verte con ese imbecil, seguro estás pensando en él. —Pero, ¿de quién habla? —No te hagas la inocente, sabes que hablo del idiota ese con que te viste la otra noche, Andrew. —Le prometo que no, estaré tranquila—digo esperanzada—no somos nada, solo fue una cita. —Samantha, de la única forma que te dejaría salir de aquí, es si se extinguieran todos los hombres del mundo y solo quedáramos Samuel y yo—menciona a mi padre lo que me llena de coraje. —¡Yo nunca voy a quererlo!—suelto con odio. —No planeo que me quieras, me conformo con tenerte en casa como, cuando y dónde yo quiera... —Mis padres seguro me están buscando, la policía nos encontrará pronto— amenazo—no se saldrá con la suya. —¡Ay Sam, siempre tan ingenua! ¿Quién te dijo que seguimos en tu país? Estamos en una de mis casas en Italia. No volverás a ver a tus padres—sonríe con suficiencia—eres mía. Y se va dejándome encerrada, confundida y en un mar de lágrimas...