La casa estaba en silencio cuando Blair abrió los ojos. Durante unos segundos, no supo si había dormido o simplemente había caído en un estado de agotamiento absoluto. A su lado, Cyrus permanecía despierto, apoyado contra el cabecero, observándola con una mezcla de alivio y preocupación contenida. La habitación seguía ligeramente iluminada por la luz cálida de la lámpara.

—¿Dormiste algo? —preguntó Blair, con la voz ronca.

—No lo suficiente —murmuró Cyrus, rozando su mejilla con los dedos—. No después de todo lo que pasó.

Blair sostuvo su mirada. Era la primera vez, desde que se conocieron, que lo veía sin el peso del poder sobre los hombros. Sin el escudo férreo del control. Sin su postura inquebrantable. Solo él, tan humano como ella, tan roto y tan dispuesto a reconstruirse solo para no fallarle.

—Estoy aquí —susurró Blair, acercándose.

Él cerró los ojos un instante, como si necesitara absorber esas palabras para creerlas. Sus manos rodearon la cintura de Blair con fuerza, casi con