El amanecer no trajo calma. La ciudad se despertó con el eco de los noticieros repitiendo el nombre de Cyrus Cross como si fuera un emblema y una advertencia a la vez. Los titulares mostraban su rostro: magnate, estratega, sobreviviente. Algunos medios lo llamaban “el hombre que desafió al sistema”. Otros, “el lobo que volvió al tablero”.

En el piso ochenta de la torre principal de su corporación, Cyrus observaba la línea del horizonte tras los ventanales blindados. Su reflejo, pálido por la falta de sueño, se confundía con el resplandor dorado del sol. Había ganado la batalla legal… pero no la guerra.

A su alrededor, su equipo se movía con una precisión casi militar. Carpetas, pantallas, voces nerviosas. La compañía había perdido millones durante la crisis, los inversores exigían respuestas y los medios esperaban una declaración. Sin embargo, él permanecía en silencio.

—Señor Cross —dijo su asistente, acercándose con una tablet—. El consejo espera su decisión sobre la fusión con Heli