Capítulo 27.- Salida de las sombras.
El eco metálico de las botas resonaba en el pasillo de piedra. Cyrus avanzaba con la espalda recta, la mirada fija hacia adelante, con Blair apenas un paso detrás de él. A ambos lados, guardias armados los escoltaban como si fueran prisioneros liberados a regañadientes. El aire olía a pólvora y humo, y el silencio opresivo se rompía solo con el crujido de las armas listas para disparar.
Blair sentía la garganta cerrada. Habían pasado de la celda a un corredor de muerte, y aunque estaba libre, la sensación de encierro era aún más pesada. Sus dedos rozaban el brazo de Cyrus, buscaban seguridad, pero él no se volvió. Caminaba como un rey derrotado que se negaba a inclinar la cabeza.
Balmaseda los esperaba en el umbral principal de la hacienda. La puerta, alta y de madera oscura, estaba abierta de par en par, dejando entrar la luz de la noche. Afuera, la luna iluminaba los autos blindados que aguardaban. La escena parecía un exilio pactado.
—Debo admitirlo, Cyrus —dijo Balmaseda, con las