Capítulo 21.- La trampa del magnate.
Cyrus no era un hombre que improvisara. Cada movimiento en su vida había sido medido, calculado con la precisión de un reloj suizo. Por eso, aquella noche en su despacho, cuando el humo de un cigarro se elevaba en espirales sobre la mesa de mármol, delineaba el plan con la frialdad de un ajedrecista.
—Balmaseda cree que tiene la ventaja —murmuró, los ojos clavados en los planos de la torre que ardió hacía apenas unas semanas—. No sabe que yo siempre juego tres pasos por delante.
Blair lo observaba desde el otro extremo de la mesa. La luz dorada de la lámpara caía sobre su rostro y acentuaba la determinación en su mirada. Aun así, había algo en su postura, en la manera en que mantenía los brazos cruzados, que delataba la tensión de quien no confía del todo en lo que escucha.
—Los incendios no son un tablero de ajedrez, Cyrus —replicó con voz firme—. No puedes tratar a las personas como piezas que mueves a tu antojo.
Él levantó la vista hacia ella, molesto y fascinado a la vez.
—Tú