Capítulo 76 - ...
El pasillo se quedó mudo después del portazo. Alejandro permaneció de pie, frente a la puerta, con los puños apretados y la respiración entrecortada, como si el aire mismo se negara a entrarle en los pulmones. Sentía el eco del golpe resonando en el pecho, en las sienes, en la garganta. Todo lo que había hecho —todo lo que había dicho— se le vino encima con la fuerza de una vergüenza que no recordaba haber sentido nunca.
Apretó los dientes.
Se pasó una mano por el cabello, la otra por el rostro, intentando borrar con gestos torpes el temblor que lo recorría. ¿Qué demonios acababa de hacer? ¿Qué clase de cobarde era para perder el control de esa forma, para besarla cuando ella le había pedido distancia, cuando lo había dejado tan claro?
El deseo, la rabia, el arrepentimiento… todo se mezcló en una masa densa y sofocante. Había querido consolarla, decirle que no estaba sola, y había terminado recordándole exactamente por qué debía huir de él.
Dio unos pasos atrás, tambaleante. Desde ade