Capítulo 55 - Culpa

La semana había pasado como un vaso de agua que resbala entre los dedos: rápida, fría y dejando la marca húmeda de lo que no se pudo retener. En la mansión, entre llamadas con accionistas y presentaciones con posibles inversores, Alejandro había sido un hombre con la mirada pegada al calendario: reuniones a primera hora, correos, cafés tomados de pie en la sala de juntas, el traje perfecto, el gesto del CEO que no puede permitirse demasiadas fisuras. Sergio había sido su sombra productiva —revisando diapositivas, repasando cifras, sosteniendo la línea— y la oficina había sido un carrusel de formalidad que imponía una distancia útil.

En ese tiempo los mensajes con Isabel fueron apenas unos hilos —preguntas protocolarias, saludos—; todo lo demás se había convertido en hielo remoto. Ella había levantado un muro con delicadeza: no por crueldad absoluta, sino por autoprotección. Le respondía con la contención de quien no quiere caer en la trampa del deseo prohibido. “Estoy bien”, decía. “T
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