꧁ ALEJANDRO꧂
A veces cerraba los ojos y oía las palabras de mi padre, tan nitidas en mi mente: “Un Castillo no huye, un Castillo enfrenta”. Lo decía con esa voz grave que parecía dictar mandamientos. Si supiera que su heredero pasaba noches en vela persiguiendo el fantasma de una mujer que ya no estaba… mientras que la que estaba, lo detestaba con todas las fuerzas de su ser.
Afuera la noche era espesa, húmeda, como si el campo respirara lento. Desde el gran ventanal podía ver las luces amarillentas del establo disiparse entre la bruma. Todo era demasiado grande allí. Demasiado vacío. Cada eco parecía amplificar la ausencia de respuestas.
Mi despacho en la finca era amplio, pero se sentía pequeño cuando la ansiedad me oprimía el pecho. La lámpara cálida sobre mi escritorio iluminaba papeles desordenados, mapas, informes, fotografías impresas de cámaras de seguridad, rutas, listados de aeropuertos, pasajeros, alquileres temporales. El caos físico era un reflejo exacto de mi cabeza.
Lore