CAPÍTULO 38

Roxanne Meyers

Era nuestro último día en aquel paraíso. Apenas la tenue luz del amanecer acarició mis ojos, sentí como si la realidad me golpeara de lleno. Me giré en la cama, buscando a Salvatore, pero como siempre, ya no estaba.

Me incorporé lentamente y observé a mi alrededor. El desorden de las sábanas era el único testigo de las noches que habíamos compartido. Dormía desnuda, porque la pasión entre nosotros había desbordado cualquier necesidad de vestirnos. Me envolví en una bata y salí en su búsqueda.

Lo encontré frente al ventanal, con una taza de café en la mano. Vestía una camisa blanca y un pantalón de chándal que le quedaban magníficos, tan sencillo y perfecto. Me acerqué por detrás, rodeándolo con los brazos. Por un instante temí que me rechazara, pero su mano buscó la mía con una caricia suave que me estremeció.

—Duermes demasiado, Roxanne —dijo mientras se giraba hacia mí. Ahora estábamos frente a frente. Su cabello aún húmedo y su aliento fresco delataban que ya se habí
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