LeonardMe encontraba en mi oficina, sumergido entre papeles, observando las proyecciones de ventas para el próximo trimestre, cuando escuché la puerta abrirse, si mi asistente no me aviso. Sabia que era mi madre, la única que entraba sin permiso. Ni siquiera me moleste en levantar la mirada, sabía que me miraba con esa expresión molesta que parecía haberse tatuado en su rostro desde que tengo memoria.—No entiendo qué haces con tu vida, Leonard —dijo, cruzando los brazos con la misma rigidez con la que cruzaba cualquier emoción humana.Creo que jamás amó a mi padre. Estoy casi seguro de que se embarazó por obligación, por presión familiar o por no quedarse sola en su carrera hacia la cima. Y ahora, por supuesto, quiere que yo repita su historia: que me sacrifique, que me obligue, que cree un heredero por deber, no por deseo.—A que viniste Devora. — Espete mirando mi computadora.—Lo sabes muy bien.Lo que ella no sabe —lo que casi nadie sabe— es que ya estoy en ese proceso. Le daré
AnalisseHa pasado una semana desde que me mudé a esta casa. No puedo negar que vivo cómodamente. Me levanto y siempre hay comida. El agua que sale del grifo es calientita, refrescante. Esta mañana iré a buscar a mamá. Lleva una semana internada en el hospital privado recibiendo su tratamiento. Anoche vine a quedarme aquí porque me sentía agotada, y aún no le he contado exactamente nada sobre lo que hice para conseguir el dinero que nos permitió internarla allí. Sé que cuando la traiga a esta casa me hará muchas preguntas… y no tengo idea por dónde empezar.Lo único que ella necesita saber, por ahora, es que estará bien. Que ya no tendrá que trabajar ni preocuparse por el dinero. Con el dinero que me dio ese cretino… ese tirano, lo primero que he hecho es apartar una parte para ahorrar. No sé qué haré exactamente con mi vida, pero necesito pensar en opciones. Me cuesta creer que al… venderme, haya terminado viviendo en una casa enorme, con empleada seguridad y todo incluido. Y aunque
LeonardMiraba desganado a los demás. Mi madre como siempre, tratando de llamar la atención. A su alrededor, varios hombres y mujeres de la alta sociedad sonreían, satisfechos, mientras la mesa rebosaba de buena comida Gourmeth vinos de los más caro. Su esposo, ese hombre que había ocupado el lugar de mi padre, saludaba como si fuera un gran señor, como si de verdad perteneciera a ese círculo de élite.Yo, en cambio, los miraba con molestia. Consulté mi reloj; el aburrimiento me carcomía. Ya quería que todo terminara. Me repugnaba estar entre tantas falsedades, entre sonrisas plásticas y palabras vacías.Se hacercaron varios hombres, sonrientes, y me rodearon como si fuera un trofeo.—Aquí está el distinguido señor Blackwell —dijo uno de ellos, tendiéndome la mano—. Es un honor verlo en esta cena familiar.—Muchas gracias —respondí con frialdad, estrechando su mano apenas.—Su madre es una mujer muy distinguida y refinada —añadió el señor George —. Nos ha invitado a este evento con l
AnalisseSuelto un suspiro pesado. Realmente no se me ha bajado el período, y eso solo puede significar una cosa. No he tenido ningún malestar, tampoco, lo que me confunde aún más. No sé cómo es tener un bebé, no sé cómo debería sentirme, lo que debo hacer es la prueba de embarazo, por otro lado me he sentido demasiado aburrida estos días. No he encontrado un buen trabajo, y para colmo, no podria trabajar, ya que el tirano de señor Leonardo, me pidio que me cuidara cuando me embarazara. Aque quiera, no podré. El mismo, le dio orden a la empleada para que me vigilara de cerca. Qué absurdo. Hace como una semana me mandó un mensaje preguntándome “¿Qué ha pasado?”... y yo solo respondí “nada”. Pero ya ha pasado más de un mes. Y ahora, viendo que no me ha llegado el período, todo parece encajar: probablemente esté embarazada.Suelto otro suspiro, esta vez más resignado, y decido entrar a la farmacia. Compro dos pruebas de embarazo, no quiero confiar en solo una. Luego me dirijo al super me
Leonard Escuchaba a mi madre con la misma atención que se le presta a un zumbido molesto. Su voz reverberaba en el salón con esa autoridad fingida que tanto detesto. Decía que para heredar la fortuna de mi padre y abuelos debía cumplir dos requisitos: tener un heredero y conseguir una esposa. Absurdo. Una farsa patética digna de una telenovela barata.Me puse de pie, ajusté mi saco Armani con elegancia medida y miré a cada uno de los presentes con frialdad: a mi madre, a sus inútiles hermanos, y al estúpido nuevo esposo que se atrevía a ocupar el lugar de mi padre.—¿Y por qué demonios me estás dando hasta ahora el dictamen del testamento? —repliqué, mordaz, sin molestia de disimular mi desdén.Mi madre, tan arrogante como siempre, se acercó y dejó los papeles sobre mi escritorio sin parpadear.—Cumples con lo estipulado… o ya sabes qué hacer, querido hijo. Tu hermano se hará cargo si decides no cumplir. Lamento informarte que no pienso dejar lo que es mío en manos de nadie más. Tu p
Análisse No pensé que la actitud de ese hombre, tan frío y déspota, me haría sentir tan miserable. ¿Cómo es posible que alguien pueda tener tanto poder sobre los demás solo por tener dinero? Pero no tengo opción. No ahora. No con mamá enferma. Necesito aguantar. Tengo que seguir, aunque me cueste el alma. Llevo apenas una semana trabajando ahí, y ya siento que me estoy rompiendo por dentro.Tomo pastillas todos los días por la alergia. No es el perfume lo que me afecta, sino los químicos de los productos que usan en esa maldita empresa. Mi piel se enrojece, mi respiración se agita… pero ¿qué otra opción tengo? ¿Renunciar y buscar trabajo en algún bar o meterme en cualquier otro lugar que ni siquiera tenga seguridad? No. No mientras mamá me necesite.Mamá… verla así, tan débil, me parte el corazón. El médico todavía le está haciendo estudios, pero al ser un hospital público, los exámenes tardan semanas, incluso meses. Últimamente se ha quejado de dolores en el pecho, de mareos. Tengo
Leonard Observo cada uno de los documentos frente a mí mientras firmo la entrega de varias cajas de perfume de la marca Paco Rabanne, junto con algunos frascos pequeños para pruebas. Lee todo lo escrito y firmo, una vez termino, recuesto la cabeza en el respaldo de mi silla giratoria, cerrando brevemente los ojos. Sigo dándole vueltas al mismo maldito asunto. ¿Cómo demonios voy a conseguir un hijo, un heredero digno de mi apellido? Casarme no es opción. Ya lo hice una vez, y juro por todo lo que poseo que jamás volverá a suceder. El matrimonio es una cadena... y yo nací para mandar, no para encadenarme a nadie.Me incorporo lentamente y camino hasta el gran ventanal de mi oficina. Desde aquí, tengo una vista privilegiada de la ciudad, esa jungla de concreto que se rinde a mis pies. Miro la hora: las 3:07 de la tarde. Pronto saldré. Pero, aún ahora, no puedo dejar de pensar en esa mujercita que provocó el caos de esta mañana. Por su culpa, tendré que cubrir un mes de trabajo extra p
Analisse Mientras caminaba rumbo a la empresa, tras bajar del metro, decidí detenerme en un pequeño cafetín a comprarme unos panecillos dulces y un café. Me sentía desanimada, vacía… ni siquiera sabía qué hacer ahora. Mamá había recibido las noticias y, aunque sonrió con ternura y acarició mi cabeza antes de entrar a su habitación, yo sabía que se encerró a llorar, a liberar ese dolor que la carcomía por dentro. Pobrecita.Tengo que hacer todo lo posible para que al menos pueda acceder a un tratamiento. Le propuse ir al hospital, pero ella solo me respondió con dulzura:—No te preocupes, hija. Ve al trabajo, yo veré qué hacemos después.No puedo perder más tiempo, pero tampoco puedo darme el lujo de dejar este trabajo. Lo necesito. Si lo dejo, no podré pagar las quimioterapias ni los tratamientos… Por lo menos quiero esperar a que llegue la quincena para sacar adelante ese tratamiento. Esta tarde la acompañaré a un hospital privado, uno donde el doctor Julio me asignó una cita. Tal v