Tras una terrible verdad, Emma vive su peor desilusión, lo que lleva a su hermana, Emilia, a tomar decisiones drásticas, sin pensar que en el proceso las dos encontrarán el amor, pero un secreto que no puede salir a la luz las abruma y poco a poco el hilo que lo sostiene se va haciendo más delgado. Matthew le ofrece un hogar a Emilia, enamorado de su mujer, está dispuesto a lo que sea por ella. Su amigo, Evan, se enamora de Emma, a la que desea proteger por sobre todas las cosas. Sin embargo, todo se volverá un caos cuando ambos descubran el secreto que las rodea, donde el amor verdadero será puesto a prueba.
Leer másLa mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.
Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.
Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y sonrisas inocentes, logró quedarse a su lado, cautivando su imponente imagen y su serio corazón.
Ambos se entregaron en aquel amor con todo el fuego que la juventud permite, sin temor a las consecuencias ni mucho menos al rechazo de los padres de Leonardo, quien se preparaba para ser el heredero perfecto de la familia McMillan.
Escondida entre las sombras del jardín, Emma esperaba ansiosamente a su enamorado. Había enviado una nota a Leonardo pidiéndole que se encontraran en su lugar secreto, un rincón apartado del jardín donde habían compartido muchos momentos a escondidas. Su corazón latía con fuerza, no solo por la emoción de verlo, sino también por el temor de lo que tenía que decirle.
El peso del silencio fue sustituido por el crujido de las hojas que anunció la llegada de Leonardo. Su figura alta y esbelta se recortaba contra la luz de la luna, y Emma sintió un nudo en el estómago al verlo acercarse. Sus ojos brillaban con la misma chispa de siempre, y su sonrisa despreocupada la hizo dudar por un momento de la seriedad de su situación.
—Emma, mi amor —dijo Leonardo, abrazándola y besándola en la frente—. ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué querías verme aquí tan tarde?
Emma se apartó ligeramente, tomando aire para armarse de valor. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo. Pero no podía acobardarse ahora, ya estaban allí y tenía que decirle la verdad de sus intenciones.
—Leonardo, necesito hablar contigo —dijo, su voz temblando ligeramente—. Es... es algo muy importante.
Leonardo levantó una ceja, pero su expresión seguía siendo relajada.
—¿Qué sucede, Emma? Puedes decirme lo que sea.
Emma tragó saliva y cerró los ojos por un momento antes de hablar.
—Estoy embarazada, Leonardo.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Emma abrió los ojos para ver la reacción de Leonardo. La sonrisa en su rostro se desvaneció, y su expresión se volvió seria, casi incrédula, hasta transformarse en una fría y oscura.
—¿Embarazada? —siseó él, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo—. ¿Estás segura?
Emma asintió, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.
—Sí, estoy segura. He hecho varias pruebas y todas han dado positivo.
Leonardo dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello.
—Esto... esto no me puede estar pasando —dijo en voz baja, más para sí mismo que para ella—. ¡Maldición!
Emma sintió cómo la desesperación la envolvía. Había esperado que Leonardo reaccionara con más comprensión, que le ofreciera su apoyo. Pero ahora, viendo su expresión de pánico, o rabia, se dio cuenta de que estaba sola en esto.
—Necesito saber qué piensas hacer, Leonardo —dijo, su voz firme a pesar de su miedo—. No puedo enfrentar esto sola.
Leonardo la miró, sus ojos llenos de un odio profundo que nunca pensó ver en ellos, menos dirigido a ella. Después de un largo momento de silencio, habló sin contener aquel oscuro sentimiento que iba creciendo en su interior.
—No creas que me haré cargo de eso —dijo apuntando el vientre de la chica como si fuera un monstruo en lugar de un ser humano, lo que llevó a Emma a proteger su vientre por instinto—. Mi familia nunca lo aceptaría. Esto arruinaría todo mi futuro.
Las palabras de Leonardo fueron como una daga en el corazón de Emma. Sintió cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas mientras él daba un paso atrás, alejándose de ella.
—¡No puedes dejarme así! ¡Esto lo hicimos los dos! ¡¡Pensé que me amabas!!
—¿Amarte? ¡No seas ilusa, Emma! —se rio con una frialdad que la congeló en un segundo—. Lo pasamos bien, si tú te formaste otra imagen, no es mi culpa.
—No puedes decirme eso… ¡Leonardo! —el hombre se giró y la tomó por los brazos con brusquedad.
—Ni se te ocurra decir que ese hijo es mío, porque lo negaré. Y si le haces una prueba, mandaré a que la cambien… ese bastardo no es mío y, si eres inteligente… te desharás de él, porque si ya tus tíos te desprecian, imagina lo que pasará cuando sepan que te embarazaste quién sabe de qué imbécil.
Antes de que ella pudiera decir algo más, Leonardo la soltó sin ni un cuidado, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Emma sola en la oscuridad del jardín, solo con la tenue luz de la luna dándole algo de calor, completamente insuficiente para sobrevivir a aquel rechazo. Las lágrimas brotaban libremente, y Emma se dejó caer al suelo, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor al igual que su cuerpo.
Cuando el silencio de la noche le llegó a los oídos y su peso la hundió más en el lugar secreto de su amor, solo en ese momento, se dio cuenta de que tendría que enfrentar su embarazo sola, y que su vida nunca volvería a ser la misma.
Habían pasado cuatro años desde aquellos tiempos llenos de incertidumbre y dificultades, y ahora las vidas de todos parecían transitar un camino lleno de logros y felicidad. Las familias habían crecido, los sueños comenzaban a cumplirse y los lazos entre ellos se fortalecían cada día más.En el hogar de Matthew y Emilia, la espera de su segundo hijo era motivo de alegría constante. Emilia, a punto de graduarse como analista de sistemas, no podía estar más emocionada por incorporarse a trabajar junto a Matthew en la empresa de seguridad que él y Evan habían fundado años atrás. La idea de apoyarlo a que siguiera creciendo en el rubro le dio ánimo cada día para lograr su meta, después de todo, era por un futuro para ellos.—¿Te imaginas? —decía Emilia mientras acariciaba su creciente vientre—. Estaremos
Los meses pasaron llenos de alegrías y cambios para la familia. Emma y Evan se encontraban en la cúspide de una etapa nueva y emocionante en sus vidas, especialmente con la llegada de su segundo hijo, un hermoso niño al que decidieron llamar Ian, un nombre que les pareció perfecto por su significado, «Dios es misericordioso», algo que habían sentido mucho desde que se conocieron.El nacimiento de Ian fue un momento lleno de emociones. Emma, aunque experimentó nervios al principio, encontró consuelo en el apoyo constante de Evan, quien no se separó de su lado ni un solo instante.—Es igual a ti —susurró Emma, sosteniendo al recién nacido en sus brazos mientras miraba a Evan con una sonrisa cansada pero plena.Evan, con los ojos llenos de lágrimas, acarició la cabecita del bebé.—Y también tiene tu fuerza, lo sé
Todos los contratiempos habían quedado en el pasado para todos. Las relaciones familiares se habían afianzado más y la presencia de Leonardo en la vida de la pequeña Eva se hizo más constante. A pesar de que el dolor que sentía Leonardo a veces era evidente, estar con su pequeña hija, la única que iba a tener, le permitía sentir que cada segundo con ella era único, especial e irrepetible.El primer cumpleaños de Eva se acercaba, y los días transcurrían llenos de emociones y cambios significativos para todos. La pequeña, con su risa contagiosa y su andar tambaleante, se había convertido en el centro de atención de la familia. Tanto Emma como Evan disfrutaban cada momento con su hija, y ahora Leonardo comenzaba a formar parte de esos recuerdos de manera constante.Desde que se le permitió visitar a Eva, Leonardo había demostrado un e
Leonardo se acomodó en el estrado, visiblemente nervioso. Sus ojos se pasearon por la sala antes de fijarse en Emma, sentada junto a Evan y Héctor. La incomodidad en su postura era evidente, pero había un atisbo de determinación en su mirada, como si finalmente estuviera dispuesto a cargar con el peso de sus acciones.Héctor, siempre impecable en su labor, se levantó con calma y avanzó hacia el estrado. Su porte transmitía seguridad, cada paso medido. Se detuvo frente a Leonardo y, con una voz firme, pero sin hostilidad, inició su interrogatorio.—Señor McMillan, ¿podría explicarnos cuál era su relación con la señora Emma Williams?Leonardo tragó saliva, sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su chaqueta.—Emma y yo tuvimos... una relación —respondió, su voz temblorosa al principio, pero
Evan sostenía el teléfono con fuerza mientras caminaba de un lado a otro en la sala de su casa. Los recientes acontecimientos lo tenían al borde del límite. Después de calmar a Emma y asegurarse de que descansara, no podía quedarse de brazos cruzados. Cuando Nathan respondió, su tono fue directo y sin rodeos.— Nathan, soy yo. Necesitamos hablar.Nathan, al otro lado de la línea, respondió con una mezcla de sorpresa y curiosidad.“¿Qué sucede, Evan?”—Nos vemos en la cafetería en la esquina de mi departamento. Te doy media hora para llegar o no tendrás idea de lo que sucederá en tu perfecta vida.Sin esperar una respuesta, Evan colgó y tomó las llaves del departamento. Antes de salir, se aseguró de que Emma estuviera dormida y de que Eva estuviera tranquila en su cuna. Con una última mir
La tensión era palpable en el aire mientras Oswald revisaba los últimos detalles con el abogado que había contratado, un hombre reconocido en la ciudad por su habilidad para ganar los casos más complicados. Se llamaba Héctor Salazar, un hombre de mediana edad, de mirada penetrante y voz firme, que había accedido a tomar el caso al escuchar la injusticia que Serena pretendía cometer.—Tenemos un caso sólido —dijo Héctor, acomodándose las gafas mientras repasaba los documentos que tenía frente a él—. Pero necesitamos testimonios que refuercen la estabilidad y el buen carácter de Emma. Será crucial demostrar que esta demanda es infundada y malintencionada.Oswald asintió, decidido.—No te preocupes por eso. Tenemos a las personas adecuadas para respaldarla. Emma es una madre increíble, y nadie puede poner eso en duda.
Último capítulo