“... El dueño me hizo bajar de una camioneta cerrada a base de bruscos empujones. Cuando tuve ambos pies en el suelo, me arrancó la tela que me había cubierto los ojos durante todo el viaje.
Pestañeé hasta acostumbrarme a la luz, luego miré en torno.
La casa frente a nosotros era de un antiguo estilo, pero muy bien conservada. Sus jardines resplandecían gracias a los últimos rayos del sol.
—Toma esto.
Me entregó un antifaz tipo carnaval, en brillantes colores a negro y dorado. El accesorio era una gran y ostentosa ala de mariposa en el lado derecho, diseñada para cubrir por completo esa mitad del rostro. Mientras que, el lado izquierdo era sencillo y común, con detalles simples pero elegantes alrededor del ojo.
Un cliente, un burdel y un antifaz... Todo era exactamente cómo al comienzo.
Luego de colocarme el accesorio, el dueño me tomó del brazo y nos acercamos a la gran puerta.
Aunque no hubo necesidad de tocar, pues apenas subimos los escalones, ésta se comenzó a abrir.