MAXIMILIANO
Salgo de la habitación, sosteniendo la mano de Mila, mi mujer, mi novia... no estoy muy seguro de cómo definir nuestra relación en este momento, pero lo que sí tengo claro es que es la mujer que amo y que voy a proteger con mi vida.
Caminamos por el pasillo, nuestros pasos resonando en el silencio. Me siento fuerte y decidido, sabiendo que haré todo lo que sea necesario para mantenerla a salvo y defenderla.
No me importa enfrentarme a mis aliados, a mis enemigos, a quien sea. No me importa matar a todo el mundo con tal de verla en paz, feliz, junto a mí.
La miro, su belleza me deja sin aliento. Su sonrisa, su mirada, todo en ella me hace sentir vivo, me hace sentir que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.
Entro en el ascensor con MIla, y mientras bajamos hacia el parqueadero, noto que está un poco tensa.
—¿Estás nerviosa? —le pregunto, mirándola con preocupación.
—Sí —responde ella, su voz suave.
—¿No confías en mí? —le pregunto, sonriendo.
—Ciegamente —respond