Milo Bianchi es un hombre amoroso, tierno, que toda su vida ha querido una familia y aunque tiene casado ya varios años, nada es lo que esperaba. Vive en constante sufrimiento al ver cómo su esposa, siempre pierde aquello que tanto ha anhelado. Está cansado de sufrir y ver que esa relación que él creía para toda la vida no llega a ningún lado, por lo que siente que debe terminar aquello que no lo hace feliz. Bianchi cree que la felicidad y el amor no ha nacido para él, pero todo cambia cuando conoce a Maddie, la nieta de su secretaria, esa joven hermosa y de ojos celestes como el cielo lo conquista con una mirada, pero nada entre ellos será fácil, ya que ella trae a cuestas una relación tóxica con un hombre con el que ella terminó porque la había agredido. Todo ellos dos surge tan natural, ella queda enamorada de esa piel morena, ojos oscuros y cabello negro, él queda flechado de esos ojos tan celestes, su cabello rubio y su piel tan blanca y hermosa. La pasión y el amor crece entre Milo y Maddie, pero habrán personas que harán lo que por separarlos, pero Milo no está dispuesto a dejar ir aquello que llegó a su vida a darle luz y esperanza de que podía tener aquello que siempre ha anhelado.
Leer más—Te ves despreciable —Milo levantó la mirada y frunció el ceño al ver a su mejor amiga entrar sin tocar.
—¿Qué quieres Gianna? —su amiga puso los ojos en blanco.
—Verte, Milo, tienes días que no sales de aquí, debes ir a casa a descansar, tu m*****a mujer te está acabando.
—No es así — trató de volver a defenderla, pero su amiga levantó la mano silenciandolo.
—Sí es así, — suspiró no tratando de ser tan dura con él — sé que acaban de perder un tercer bebé, pero para mí no es normal que cada vez que esté embarazada, pierda al bebé, según ella necesita gastar mucho dinero para no sentir dolor y tú te esclavizas trabajando para no sentir dolor y para cumplir sus caprichos, Milo, tienes 6 años casados, sabes que a mi nunca me gustó Sabira, y creo que no soy la única, pero como amiga te apoyé, ahora necesito que te vayas a casa, descanses y hables con esa bruja antes que termines en un hospital.
—No necesito ir a un hospital — fue lo único que dijo, al saber que su amiga tenía razón, haciendo que ella volviera a poner los ojos en blanco.
—No, claro que no, eres el dueño de las mejores farmacéuticas del país, estoy hablando enserio Milo — su amigo levantó las manos en señal de rendición.
—Tienes razón, pero me iré hasta las cinco, tengo cosas muy importantes que hacer, recuerda que Rosa se jubila, y se va en dos días, así que quiero que todo esté en orden cuando llegue su nieta.
—Bueno, pero a las 5 en punto y ni un minuto más.
— De acuerdo mamá — dijo divertido.
—¿Crees que la nieta de Rosa será tan buena haciendo su trabajo como ella?
—Eso espero, sé que como mi vieja Rosita, no van a ver dos, esa señora es un ángel a estado con nosotros 30 años, pero según me dijo su nieta, es mejor que ella, estudió y se esforzó mucho para sacar su carrera, además me dijo que necesitaba el trabajo con urgencia, yo no la contraté directamente, pero di la orden en recursos humanos, la verdad Rosa me dijo que su nieta era un ángel, y le preocupaba mucho su situación actual, así que le hice el favor de darle el empleo, pero le dije que tenía que ser muy eficiente, así que me dijo que no me iba arrepentir, y la verdad eso espero.
—Verás que todo va ir bien, ahora me voy a seguir trabajando, le voy a dar la orden a Rosa que me avise apenas te vas, porque si no cumples y vuelves amanecer aquí, vengo a sacarte yo misma, ¿está claro? — le habló mientras lo señalaba con el dedo.
—Clarísimo — Gianna sonrió a su amigo, le tiró y un beso y salió de ahí, Milo, se levantó de su asiento para dirigirse hacia la gran ventana, y observó el gran big ben, que se veía a lo largo, su familia había llegado de Italia, su padre quería ser un gran empresario, por lo que había construido una farmacéutica en Londres, una con mucho prestigio y que a lo largo de los años, se volvió una de las mejores, y no sólo tenía una sino varias en todo el reino unido, e incluso en Italia.
Era el mayor con 31 años y seguía su hermana Marena, que tenía 27 años, ambos trabajaban para la empresa familiar, sus padres les habían enseñado a ser personas humildes y trabajadores por más dinero que tuvieran, todo era perfecto, hasta que se enamoró, ya no sabía si amaba a la mujer con la que se había casado.
Había conocido a Sabira a los 24 años, era una italiana alegre, cariñosa, llena de vida, no podía negar, que esa actitud lo enamoró, a parte de ser preciosa, su cabello era rojo, y sus ojos eran de un verde precioso, su piel era tan blanca y suave, que lo volvía loco, todo marchaba bien, hasta que en menos de un año de estar juntos le dijo que sino se casaban se iría, porque eso demostraría que él no la amaba, por lo que decidió casarse, fue cuando su vida empezó hacer un infierno, su esposa, empezó a cambiar, pasaba de fiesta en fiesta, gastando dinero, su actitud alegre y risueña cambió, por una mandona e insoportable, tanto que ni su familia la soportaba, había tratado de dejarla, varias veces, pero siempre terminaba embaraza y a los dos meses después perdiendo al bebé, eso era lo que más le dolía, la vida de sus hijos que no nacieron, sabía que sería un gran padre, pero después de 6 años de matrimonio seguía sin serlo y con su esposa, tenía muy poca intimidad con ella y cuando lo hacían, era porque ella se lo exigía, no le era infiel, nunca lo había sido debía respetar a su mujer.
Gianna tenía razón no era normal lo que pasaba con Sabira, además que su aspecto no le gustaba, le parecía que bebía mucho, y eso que él estaba muy poco en casa, además que a veces la veía como pérdida en otra dimensión, frunció el ceño, cuando empezó a juntar muchas piezas, debía averiguar antes de decir o hacer.
Suspiró frustrado y cerró los ojos.
—Sólo quiero ser feliz, tener una familia y sentirme pleno — dijo en voz alta — ¿Tan difícil es?.
—No, no es difícil, sólo hay que tener paciencia — Milo se giró al escuchar la dulce voz de Rosa.
—Paciencia, eso se me acaba Rosita — dijo frustrado, no le daba vergüenza que ella lo hubiera escuchado, porque era como una segunda madre para él. — ya no sé si Sabira cambiará algún día
—Ay mi niño, perdón por lo que voy a decirle pero yo no creo que esa mujer sea para usted, siempre se lo he dicho, el amor es algo bueno, puro, cuando se está con la persona correcta, el tiempo se detiene, siempre hay respeto, hay emoción al ver a esa persona que amas, es querer ver feliz a esa persona sin importar nada más y Sabira no es para usted ni usted para ella.
—Pero es mi esposa y debo respetarla y tratar de reparar nuestro matrimonio — Rosa negó con la cabeza.
—Usted mi niño, es igual de terco que mi nieta, esa jovencita cree que estar enamorada es soportar humillaciones, maltratos, espero que ahora que empiece a trabajar, se haga independiente y vea lo capaz que es — Milo frunció el ceño al oír a Rosa hablar con tanto dolor y frustración.
—Tu nieta es maltratada — Rosa empezó a llorar en silencio y Milo la abrazó.
—Ella está acostumbrada a eso, su madre nunca la quiso, y su padre siempre la maltrató, hasta que ella quiso irse de casa, por lo que agarró a Tara su hermana menor por 3 años, se fueron a vivir conmigo, yo tenía tanto miedo de que algo malo les pasara que se volvieran inseguras, o tristes, pero por el contrario siempre fueron unas niñas muy alegres, ayudando a los demás hasta que Madi conoció al desgraciado con el que anda ahora, un tal Sander, hace poco llegó golpeada, nunca había pasado, dice que discutieron y no pensaba seguir más con él, pero hace dos días el maldito llegó a casa, a convencerla de que lo perdonara, no sé si está enamorada, o simplemente piensa que eso es lo que merece, solo espero que vea que es una gran mujer que merece todo lo mejor del mundo, al igual que usted mi niño, ahora, váyase a casa, yo dejo todo listo para mañana, quiero que descanse y mañana venga afeitado, y tranquilo — Milo miró con cariño a Rosa, le dio un beso en la cabeza y sonrió.
—Vas a ver como tu nieta es muy inteligente y lo deja, no se preocupe que me le puede hacer daño, mientras yo le prometo descansar y hacer todo de mí para arreglar mi situación y ser feliz.
—Eso espero mi niño, eso espero, ahora me voy a terminar mi trabajo y usted váyase a casa.
—Así será mi capitana — Rosa salió de ahí sonriendo, mientras que Milo empezó a recoger sus cosas, no pudo evitar pensar en la nieta de Rosa, esperaba que esa mujer reaccionara e hiciera lo correcto, porque ninguna mujer debía ser agredida de ninguna forma.
Él por su parte iría hablar con Sabira, debía hacer algo bueno por su vida, hasta que terminara odiando a su esposa.
EPÍLOGO Ya habían pasado tres meses desde que Milo había pensado que el amor de su vida había muerto, gracias al cielo todo había sido una horrible pesadilla y ella seguía con él. A Rosa el doctor le había dado de alta veinticuatro horas después, ella no salió solo con una segunda oportunidad de vivir, sino también con una segunda oportunidad en el amor a sus 58 años, no podía creer tal locura, pero el doctor, desde que la había visto no había podido sacarla de su cabeza y eso había alegrado a sus nietas, que en realidad veían a Rosa como una madre. Hacía dos meses atrás había nacido una preciosa niña, casi igual a su padre, cabello, piel, pero los ojos eran los de su madre, una madre que desde que supo que era una niña tenía el nombre perfecto para ella, Mila Bianchi, Milo no pudo evitar llorar por segunda vez ese día, la primera cuando nació su princesa, y la segunda cuando Maddie le dijo cómo se llamaría, el no se iba a oponer, ese día había sido un caos completo, porque no sólo
Sander no podía creer lo que oía en las noticias, cuando no tuvo más conexión con sus hombres de confianza tuvo que investigar, cuando las noticias empezaron a estallar se sintió morir, no podía creer que ella se hubiera muerto, algo había pasado y tenía que averiguarlo, pronto. Por su parte, Milo tiraba todo de lo que había en su oficina, no podía ser cierto lo que escuchaba. —Milo, por favor, tranquilízate — Gina entró con lágrimas en los ojos, Eddy entró detrás de ella y de inmediato se fue hacía su amigo para detenerlo estaba fuera de sí y tenía miedo de que se hiciera daño. — Te vas hacer daño — Milo la miró con sus ojos y mejillas llenas de lágrimas, su dolor podía reflejarse. —¿Y qué más da? Igual ya no la tengo a ella, ni a mi hija — un grito de dolor de lo más profundo de su corazón salió de su boca. — Ella no me pudo haberlo dejado, Maddie no podía irse sin mí — Milo se desplomó en el suelo, no podía sostenerse en pie, él sabía que no podía resistir algo así, la vida esta
—Debemos encontrarla — el miedo empezó a invadirlo — A ellas no pueden pasarle nada, yo me moría — Milo sentía que estaba perdiendo el control de las cosas y Miller lo notó. —Tranquilizante Bianchi, debemos pensar con la cabeza fría. — Milo se llevó las manos hasta su cabello, estaba realmente estresado y enojado. —Maldita sea, Madison no debió mentirme, ni moverse de dónde la dejé.—Milo, no quiere que tengamos una discusión en este momento pero sí sabía que ese par era peligroso debiste hacer algo o tomar precauciones. — Milo se sintió estúpido, porque Marquina tenía razón, lo dejó pasar por alto, porque sencillamente nunca había tenido que hacer algo así, pero ahora que Miller decía eso recordó algo. —Claro el rastreador — Miller lo miró sorprendido. —¿Qué? —El anillo de bodas tiene un chip, y me dirá siempre dónde está. — Miller sabía que si Bianchi llegaba dónde estaba Sander los planes se arruinaría y él quería matar a esas escorias, no quería que volvieran a meterse con su
Piensa Madison piensa sabía que Milo no la dejaría sola, sabía que debía idear un plan, si quería poder salvarlo, no podía dejar que volviera pasar lo mismo que su abuela, al recordarla no pudo evitar que su corazón se destrozara. Era su culpa y nunca iba a poder perdonarse. Madison tuvo una idea, abrió la puerta y vio como Milo estaba caminando de un lado para otro con lágrimas en los ojos. —¿Ya estás mejor? — Él sabía que ella emocionalmente no podía estar bien si acababa de perder a la que era su madre, pero no quería ni quería que enfermara o peor su hija naciera antes de tiempo. Ella negó con la cabeza. —Amor, puedes ir a buscar una enfermera — Milo se alteró al oírla. —¿Qué? ¿Qué tienes?, ven yo te llevo en brazos — ella negaba repetidas veces con su cabeza. —No, no, tengo miedo que un mal movimiento me lastime, perdóname, soy una pésima madre — dijo mientras no podía dejar de llorar. —No, mi amor, no digas eso, es sólo que estás pasando por un mal momento. Quédate aquí, yo
Madison no podía dejar de llorar, su abuela aún no reaccionaba, de camino al hospital había llamado a su hermana, quién de inmediato le había dicho a Miller que la llevara al hospital. Cuando llegaron al hospital de inmediato la pasaron para poder hacerle varios análisis. Milo miró a su mujer como lloraba y eso le partió el corazón, por lo que se acercó a ella y la abrazó. —Amor, se que no puedo pedirte que dejes de llorar o que no te preocupes por Rosa, pero si que tranquilices un poco, porque le hace mal a ti y al bebé, puede que lo de ella no sea malo, tal vez solo sea cansancio o que no ha comido bien, no lo sé, solo esperemos que no sea nada malo. — Maddie se refugió en los brazos de su esposo él la hacía sentirse segura y protegida, trató de tranquilizarse, porque no quería que después se le adelantara el parto. —Tienes razón, es sólo que nunca la había visto así y la verdad me asusté mucho. — Maddie levantó la mirada y miró a su esposo, todos estos meses a su lado habían sid
Maddie estaba muy excitada no podía negarlo, en especial cuando Milo, llevó uno de sus pechos a la boca por encima de la ropa, lo deseaba, quería ser suya, y no le importaba nada más. —Quiero ser tuya justo ahora Milo.—¿Estás segura? — dijo a punto de venirse de lo excitado que estaba, la deseaba y necesitaba tanto como el aire que respira, pero suponía que estaría cansada por el viaje pero la mujer lo había atacado apenas habían llegado. —Sí, estoy muy segura. —Bien, pero quiero que sepas que una vez que te voy hacer mía una y otra vez, porque eres solo mía. —Sólo tuya — dijo decidida, lo que más deseaba era calmar ese calor que tenía en todo su cuerpo. Milo la besaba tratando de transmitir todo el amor que estaba sintiendo por ella, quería hacerla sentir segura, querida. Sus manos agarraban el rostro de ella impidiéndole que se le alejara, pero poco a poco sus manos empezaron a descender por su cuello, llegando a sus hermosos senos, esos que le apetecía chupar desde que la vio
Último capítulo