CAPÍTULO 4

Maddie sabía que no podía decepcionar a su abuela por lo que se levantó temprano preparó el desayuno para las tres, luego decidió darse un baño y preparase para su primer día de trabajo, no podía negar que estaba más que nerviosa pero en verdad quería hacerlo bien, buscó en toda esa ropa que su abuela había comprado y escogió un pantalón de vestir el cual traía una cinta en la cintura, una blusa color beige de seda de tirantes y al borde de sus senos era encaje, la cual uso con falsas por dentro, un saco negro y unos hermosos zapatos altos del mismo color de la blusa. Se maquilló y resaltó sus hermosos ojos azules, su cabello era muy lacio, pero quiso hacerse unas ondas para verse diferente, le gustaba lo que veía en el espejo, en especial no ver rastros de golpes en él. 

Bajo a desayunar y ya su hermana y su abuela estaban ahí, cuando la vieron llegar, su abuela no pudo evitar sentirse orgullosa de su hermosa nieta. 

—Te ves realmente hermosa, como deberías estar siempre. —Madison le sonrió a su abuela y se sentó a desayunar, en cuanto hubo terminado subió a su habitación de lavó los dientes, se pintó los labios, tomó su maletín y un bolso a juego con los zapatos y bajó, aún faltaban quince minutos para las ocho según su reloj de mano. 

—Abu, estoy lista, debemos irnos. Estás muy lenta. — dijo sonriendo solo para molestar a su abuela. Justo en ese momento el timbre sonó y ella fue a abrir, ya que su hermana ya se había ido a estudiar, su sorpresa fue inmensa al ver a Sander ahí con una gran sonrisa. 

—Hola, ¿Qué haces aquí? — dijo realmente sorprendida. Él le sonrió. 

—Sólo vine a desearte mucha suerte cariño. Estás bellísima —Maddie sonrió sincera y lo abrazó. 

—Gracias — justo cuando pensaba decir algo más salió su abuelo.

—Vamos Maddison se nos hace tarde. — pasó al lado del joven y no lo alzó a ver. Maddi observó nerviosa a Sander. 

—Ve tranquila, y que seas la mejor en tu trabajo. — Sander le dio un pequeño beso en los labios. — en la noche paso a verte. 

— De acuerdo, nos vemos — Maddi entró corriendo a su casa tomó sus cosas y salió directo al auto de su abuela, hoy iba a conducir ella. Por lo que en cuanto subió su abuela la miraba sería. — ¿quieres no ser tan grosera abuela? 

—Él no me agrada — dijo aún mirando a su hermosa nieta. 

—Lo sé, solo no quiero que cada vez que me veas con él me veas así de seria, molesta. —su abuela suspiró. 

—Te amo Maddie, es sólo que ese hombre te está mintiendo y volverá hacer peor de lo que fue. 

—Puede que no. —Rosa torció los labios. 

—Eso espero cariño, de verdad que solo deseo lo mejor para ti. Ahora, andando que quiero llegar antes de que llegue mi niño — Maddie no pudo evitar poner los ojos en blanco, pero de inmediato arrancó para dirigirse a su primer día de trabajo. 

Por otro lado Milo estaba enojado dando vueltas en la habitación. 

—Sabira — dijo en tono de advertencia. 

—Ya te dije mil veces que no pienso ir a ningún lado, ¿Porque no respetas mi decisión? — él no era tonto sabía que ella algo le ocultaba, y si era lo que pensaba juraba por Dios que se iba a divorciar y hacerla pagar. Miró la hora en su reloj y notó que ya era tarde, debía estar llegando a su oficina. 

—Perfecto, no vayas, voy a respetar tú decisión, ahora mismo hablo con mis abogados, necesito que me preparen los papeles del divorcio. — Sabira se levantó de inmediato de la cama y con ojos llorosos se acercó a él. 

—Ya no me amas ¿cierto? Es por eso que estás buscando cualquier pretexto para poder deshacerte de mí — su dolor sonó tan sincero que Milo dio un paso atrás, deseaba el divorcio, sí, pero no por lo que ella pensaba, sólo quería ser feliz, tener una familia, ¿Es que no lo podía entender? Dio otro paso atrás sin saber qué hacer con su vida. 

—Bien, no voy a insistir con el tema Sabira — Milo vio como ella soltaba el aire que al parecer estaba reteniendo. — Pero sólo si dejas de beber tanto y de drogarte — ella abrió los ojos tanto que parecía que se iban a salir, ella empezó a negar — Y no se te ocurra negarlo, porque ahí si te llevo a rastras dónde un doctor a que te hagan miles de exámenes. De verdad quiero que mi matrimonio funcione y quiero una m*****a familia y te juro que es la última oportunidad que te doy, ya hablé con tu familia. No voy a quedar como el malo cuando no lo soy.

—No puedes hablarme en serio. — dijo sorprendida, aunque le gana más el miedo de que Milo cumpliera la promesa de divorciarse de ella. 

—Muy en serio, tienes todo el maldito día para que pienses lo que quieres hacer, ahora debo irme a trabajar. — agarró sus cosas y salió de ahí, en cuanto subió a su auto no pudo evitar limpiar esas malditas lágrimas que salían de sus ojos, no podía controlarlas cuando tenía tanto dolor en su interior, cuando sentía que ya no podía más. 

Su madre había hecho un hombre amoroso, cariñoso, que pensara siempre en una familia, su padre había hecho un hombre increíble en los negocios, y ambos le habían inculcado a luchar por sus sueños, por aquello que tanto anhelaba, y de todo lo que era odiaba ser tan sensible, odiaba llorar, menos cuando debía ser fuerte, cuando debía demostrar fortaleza. Respiró profundo mientras limpiaba su rostro y decidió irse a trabajar, realmente iba una hora tarde y odiaba llegar tarde. 

En todo el camino iba pensando en Sabira, en cómo esa mujer lo había envuelto tan estúpidamente, esperaba que con lo que le haya dicho la hiciera reaccionar. 

En cuanto llegó a la empresa saludó con mucho cariño a sus empleados, como lo hacía todos los días, al llegar al último piso como siempre hacía se fue en busca de su amada secretaria. 

—Rosita de mi vida, dime que me tienes café — había notado a alguien casi debajo del escritorio, pero nunca imaginó ver como una hermosa rubia saliera detrás de él, pero lo más impactante no fue su belleza, no, lo más impactante eran sus ojos, esos que eran un celeste precioso, no parecían ser reales, algo muy dentro de él despertó y su corazón empezó a latir muy deprisa. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo