58. EL RAPTO
EL PRÍNCIPE:
Un gruñido escapó de mis labios. La voz de mi Sol era lo único que mantenía mis poderes bajo control. Sus palabras, suaves y temerosas, eran como cadenas que me sujetaban al filo del autocontrol. A pesar de ello, mi mirada seguía fija en el ser frente a mí. Estaba acorralado, respirando entrecortadamente y encorvado en una postura de defensa.
—Mi hijo está dormido y no despierta —contestó, inclinándose—. Me dijeron que tu sangre puede ayudar a despertarlo. Por favor, es únicamente una gota.
—¿Crees que voy a perdonarte por lo que has hecho solo porque dices que quieres "una gota de su sangre"? —le espeté con desprecio, avanzando un paso más. Las sombras de la cueva parecían retraerse bajo mi aura.
—¿Por qué me robaste? —preguntó Sol, todavía escondida ahora en mis alas—. ¿Y cómo sabías que estaba en la habitación del príncipe? Si eres honesto, puede que te la dé a voluntad.
El extraño se tambaleó hacia atrás. Temblaba, y en sus ojos brillaba una mezcla de miedo y