99. EN EL SALÓN DEL REY DEL FUEGO
SOL:
Corrí hacia donde estaba mi abuelo. Confiaba en él más que en mi padre, el príncipe Flair. Como rey del fuego, era imponente, mucho más de lo que todos esperaban al verlo, pero para mí era mi dulce abuelo. Su cabello parecía estar formado de lava viva, vibrando con cada movimiento. Su mirada llameante se posó unos segundos en mí y, aunque mi expresión mantuvo la compostura, sentí el temor de perderme. Ajena a la tensión que flotaba en el aire, respondí con naturalidad:
—Me lo trajo ese que dice que es mi Tua cantante.
—¿No sentiste nada cuando lo viste, hija? —preguntó ansioso mi abuelo, que no quería separarse de mí aún.
—No, solo tiene un olor agradable, igual que el gato —respondí sin dejar de mirar al gato en mis brazos.
—Vamos a ver si es cierto lo que dice —dijo el abuelo de inmediato.
—¡Abuelo, espera! —lo interrumpí antes de que diera la orden—. Prométeme que no me dejarás llevar de aquí. Quiero vivir contigo toda la vida. No quiero irme del reino.
El abuelo de