Nora me empujó fuera de la casa y me arrastró por las escalinatas de la casa, donde me arrojó y yo estuve a punto de caer al suelo. La tarde se había llenado de nubes, parecía a punto de llover.
—Puedes irte, de hecho, no podría importarme menos.
Con una mano en mi vientre y partiéndome de dolor, alcé los ojos hacía ella. Las piernas comenzaban a fallarme, respiraba rápido y mi vista se volvía difusa.
—Nora... Te lo ruego, solo por... esta vez... ayúdame... Mis bebés...
Desde la parte superior de las escalinatas, ella torció los labios y se cruzó de brazos.
—La propiedad de Adam Blake es grande, Suzy, y ahora mismo está vacía. ¿Cuánto tardarás en llegar siquiera a las rejas? ¿Media hora?
Alzó una ceja.
—¡Y ni hablar de llegar a un hospital! Probablemente ya no veas otro día, amiga mía.
Sonrió al verme pálida, a punto de ceder y perder el sentido. Con calma se me acercó, bajó despacio por las escalinatas, dándose su tiempo. Cuando llegó a mí, me peinó el cabello con sus