Capítulo 42. Mi querido monstruito
Desde que Andrés había comenzado a hablar, eran muy pocas las palabras que le decía a Felipe; solo se comunicaba para decir lo necesario.
Por eso, ahora mismo, la mirada de Felipe estaba fija en Mariana, esperando su respuesta. Pero, por lo que había visto, su hijo era muy elocuente, ya que parecía haberla dejado sin palabras.
Ella solo abría y cerraba la boca al mismo tiempo, como con ganas de decir algo, pero parecía que las palabras no le salían.
La niñera, que estaba detrás de Felipe, también se había quedado impactada por todo lo que estaba escuchando.
Felipe ya estaba a punto de salir del lugar donde escuchaba a escondidas, cuando oyó a Mariana decir:
—¿Sabes por qué no me gustan los niños?
El niño estaba muy concentrado en cada palabra que ella decía y le respondió con un no.
Mariana, de inmediato, le dijo:
—Por una sencilla razón: porque son muy ruidosos y solo saben hacer tres cosas.
Andrés, emocionado por saber cuáles eran esas tres cosas, le preguntó:
—¿Y cuáles son esas t