Al rato, Mariana le dijo con una sonrisa:
—Todo lo que he dicho es mentira. Ya que tú eres muy guapo, igual que tu padre.
Había pronunciado esas últimas palabras al notar que el niño empezaba a hacer pucheros.
Andrés permanecía en silencio, y Mariana pensó que quizás se había enojado por haberle dicho feo a su papá. Estaba a punto de hablar de nuevo, cuando lo escuchó decir con total seriedad:
—¿Ya sabes que tengo mucho dinero, verdad? Y como eres mi madre, lo compartiré contigo.
Mariana sacudió la cabeza y rompió en una carcajada. Cuando por fin pudo calmarse, le respondió divertida:
—Ya que soy tan bonita y tú tienes tanto dinero, ¿por qué no me patrocinas para concursar en Miss Universo? Porque déjame decirte que, con esta belleza mía, seguro me gano la corona con facilidad.
Felipe, que los escuchaba desde cerca, estalló en una risa descontrolada. Y, entre carcajadas, pensó: Sí… muy bonita, y también un poco pretenciosa.
En ese instante, Mariana escuchó algo e, inmediatamente, se v