Capítulo 25. Objetos perdidos
Al irse de aquel lugar, Camille llevaba a su hermana cogida del brazo. Luego le abrió la puerta del coche y la ayudó a subirse; después, rodeó el vehículo y se sentó en el asiento del conductor.
Durante un largo rato, permanecieron en silencio dentro del coche. Camille la miró a los ojos y le dijo con suavidad:
—No te preocupes, estoy segura de que la encontraremos muy pronto. Además, todavía nos falta ir al hotel donde pasaste la noche, ¿no?
De inmediato encendió el auto y se dirigieron hacia el hotel.
Cuando llegaron a aquel lujoso edificio, Mariana ya se encontraba un poco más calmada. Ella misma se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó del coche por su cuenta. Al ingresar, tropezó con alguien.
—Lo siento —murmuró con voz apagada, sin prestarle mucha atención, pues sus pensamientos estaban en otra cosa.
Sin embargo, el aroma que desprendía esa persona le resultó familiar. Alzó la voz, sorprendida:
—Yo reconozco ese aroma, dijo...
Mariana, al recordar ese olor, se giró con rapi