Capítulo 20. Nada de ella
Felipe lo miró fijamente y preguntó:
—¿Qué esperas para irte? Y quiero que me envíes el video de vigilancia desde la hora que llegamos anoche hasta el momento en que ella se fue hoy.
—Sí, señor —respondió Plutarco, y salió casi corriendo de la habitación.
De inmediato llamó a la sala de vigilancia para que tuvieran el video listo. Cuando llegó, el encargado le dijo:
—Señor, aquí ya tenemos lo que nos pidió.
—Muéstramelo —ordenó Plutarco.
El encargado reprodujo el video de inmediato. Al ver que no se le podía distinguir el rostro a aquella chica, Plutarco comenzó a maldecir una y otra vez. No sabía si estaba maldiciendo a su jefe, o a la mujer que no le estaba poniendo las cosas fáciles para identificarla más rápido.
Luego tomó su teléfono y dijo:
—¿Me puedes enviar ese video al móvil, por favor?
—Sí, señor —respondió el encargado.
Plutarco, al salir de la sala, hizo una llamada a su secretaria para que lo esperara en su oficina. Al entrar, ella ya lo aguardaba, y sin perder tiempo, él