LUCERO:
El traqueteo del tren comenzó a llenar mis oídos, anulando poco a poco aquellos gritos que aún resonaban en el aire. Me aferré a la mochila como si fuera un salvavidas, mientras las lágrimas caían sin control sobre mis mejillas. Cada movimiento del tren me alejaba más de ella, de su rostro, de su voz. De la mujer que había sido el pilar de mi vida y que ahora, en un abrir y cerrar de ojos, se había convertido en una despedida que no quise aceptar.
—¡Mamá...! —mi grito se perdió en el viento mientras el tren se alejaba, llevándome lejos de ella, lejos de la pesadilla que habíamos vivido. Con el corazón hecho pedazos y las lágrimas deslizándose por mis mejillas, me aferré a la esperanza que ella me había dado. Tal vez, en algún lugar lejos de allí, podría encontrar la felicidad que mi madre