El reflejo en el espejo me devolvía la imagen de una mujer que apenas reconocía. Mis ojos brillaban con una intensidad que hacía meses no veía, mis mejillas tenían un rubor natural que ningún maquillaje podría imitar. Me pasé los dedos por el cabello, intentando domarlo mientras me preparaba para mi almuerzo con Camila.
Suspiré profundamente. ¿Cómo había llegado a este punto? Cada noche, al cerrar los ojos, era el rostro de Nathaniel el que aparecía en mi mente. Sus manos, su voz, la forma en que me miraba como si pudiera ver a través de todas mis defensas. Y lo peor era que me gustaba. Me gustaba demasiado.
La culpa me carcomía por dentro. Hacía apenas unos meses que Daniel se había ido, y aquí estaba yo, sintiendo cosas por otro hombre. Un hombre que, además, era mi jefe. Un hombre con el que tenía un contrato de matrimonio falso. La situación no podía ser más complicada.
Tomé mi bolso y salí del apartamento. El restaurante donde había quedado con Camila estaba a pocas cuadras, así