Una mala noticia para el CEO Lombardi.
Las lágrimas de los marrones ojos de la bella jovén Lombardi se escaparon y rodaron por sus mejillas, ella estaba ya perdidamente enamorada del trillizo Ivanov.
Sabía todo lo que se decía de él, más sin embargo había decidido tratarlo por si misma. Fue así que descubrió que era todo un caballero, si, la besaba con mucha pasión, sin duda era un hombre ardiente, y además de hacerle una que otra caricia, nunca iba más allá. La respetaba y eso era porque era especial para él.
— Isadora, reacciona, te he preguntado si quieres casarte conmigo, pero tú pareces no poder hablar. ¿Qué dices? No me vayas a rechazar, preciosa.
— ¿Rechazarte...? No, no quiero rechazarte, pero...
— ¿Pero qué...? Okey... ¿Es por qué no me he hincado, cierto?
El CEO se puso de pié, y se hincó en una rodilla. No perdía ni un toque de su porte imponente, pero se podía ver qué lo hacía por amor.
— CEO Ivanov, ¿Estás hincado a mis pies...?
— Lo estoy... Eres tú la única mujer que hace latir este frí