Que lo pague el diablo pero que haya boda.
  Los esposos Ivanov pasaron a la mesa de los esposos Lombardi, la señora de la casa se había lúcido organizando una deliciosa cena.
  — Todo está riquísimo Adriana, eres una magnífica anfitriona.
  — Viniendo el cumplido de una chef reconocida como lo eres tú, me halagas muchísimo, Isabella.
  — Gracias, pero hace años que no soy chef. Me retiré para cuidar de mis hijos y de mi marido. Además que teniendo trillizos ya no me daba tiempo de nada.
  — Sobre todo con lo demandante que es el CEO ruso, pobre de Isabella, encerrada en esa enorme mansión esperando a que su esposo regrese de trabajar.
  — Ella ya sido muy feliz a mi lado, Lombardi, le he compensado el que dejara su carrera para dedicarse a nuestra familia, todo lo que he podido. ¿Cierto querida?
  Isabella Iba a responder apenas, cuando la señora Lombardi habló.
  — Querido, no fue exactamente eso lo que tú me pediste cuando nacieron nuestros gemelos, yo recién había terminado mi carrera de diseño de modas y tú no quería