CAPÍTULO 40. El heredero reformado.
Narrador
—No lo haré. Prefieres —Clarisa volteó a ver a Irina— tener hijos con esta mujer desacreditada y cornuda antes que tenerlos conmigo. Estás loco.
—Sí, porque fíjate que la desacredité para que nadie creyera que estuve contigo —Clarisa se quedó con los ojos como dos platos llanos.
Miguel la dejó con la palabra en la boca y se fue a los corrales, no sin antes dedicarle una mirada a Irina.
Por otro lado, la familia de Orlando había llegado al hospital, notando lo mal que se encontraba él, y por más que le pidieron que contara lo que le había sucedido, él no quiso hacerlo; se negaba rotundamente.
—Eres testarudo —le dijo Fernando a su hijo cuando vio que ya no había manera de sacarle la verdad. Pero ahora notaba a un Orlando diferente. Pensó que estaba loco cuando creyó ver que su hijo había madurado. Sin embargo, era muy pronto para determinarlo, puesto que lo que tenían en ese hospital eran apenas unas horas.
—Soy como tú, papá —respondió Orlando, dejando tanto a su madre como a