Capítulo 67. Sin nada que controlar.

Amy Espinoza.

El sábado amaneció con una luz pálida y tímida que se filtraba por entre las pesadas cortinas de mi habitación. Esa noche, Maximiliano sí me dejó dormir en mi habitación, para respetar la tradición de que los novios no pueden verse antes de la boda.

Aunque no estaba muy convencido, porque desde que acepté casarme con él, ese hombre era insaciable, tenía una virilidad asombrosa, habíamos hecho el amor, en casi todas partes, en el carro, en su oficina, en los baños, en el salón de ensayo, en la cocina, su despacho y aunque yo era una mujer que venía de una relación anterior, nunca había sido tan activa sexualmente como ahora con él.

Me hacía sentir como la mujer más hermosa del universo, deseada, y hasta amada, y eso me llenaba de una manera que no podía explicar, pero también me daba miedo, porque ese hombre, poco a poco, estaba filtrándose en lo más profundo de mi corazón.

Me vestí con manos que apenas parecían mías, eligiendo un hermoso vestido blanco de líneas puras, e
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